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Lecturas

Gris azulado

Gris azulado

Hoy, viniendo al colegio, desde el que escribo estas líneas, el cielo estaba plomizo, pero con un toque de azul. Era tan hermoso que me he parado a hacerle una foto con el movil.

Este trasto, vinculo con los demás y a la vez causa de separaciónes y silencios, al menos tiene una cámara que me proporciona la instantaneidad a la que las nuevas generaciones están tan acostumbradas. Haces una foto y la pones en el Facebook con solo presionar el botón de compartir...

Sí, me voy acostumbrando tanbién yo a esas cosas, a perder el tiempo consultando el Facebook, jugando a las golosinas, mandando "wasap" y, en general, esperando una llamada que no llega...

Otra cosa buena de ese cacharrito que cabe en el bolsillo de mi pantalón, es que me he descargado un libro de lo más divertido. Y lo voy leyendo a ratos... Eso sí es útil...  El libro se llama Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce. Y no tiene desperdicio.

Pero hoy, a lo que iba, mientras venía al colegio, Antonio Machado ha llegado a mí.

Sus tristes y evocadoras palabras sobre la escuela, el otoño y el aburrimiento escolar, ese que consiguen los malos maestros, los aburridos alumnos, los días oscuros y fríos de antaño.

Pero el azul del cielo, ese que se ha mezclado con el gris y que tan bello ha hecho el cielo esta mañana, da un toque de esperanza al sueño del sol futuro...

De libros y arte

He terminado la lectura del último de Savater: "Los invitados de la princesa". No es un buen libro, para que engañarnos, no es original, no dice nada que no supiera ya, no tiene nada que me haya sorprendido, pero... ¡me ha encantado! Con sus altibajos, con sus obviedades, con sus puntos de humor, de ética encubierta, de metaliteratura, de autoparodia, de presencia constante y satírica del autor envuelto por los distintos personajes que desfilan en sus páginas... A veces me ha aburrido, pero bastaba con buscar un poco más adelante para soltar la carcajada o anotar una frase genial... Al estilo de los cuentos del Decamenrón o de Canterbury, Las mil y una noche, ya se entiende, una recopilación de cuentos de distintos estilos en una cama de nacionalismo tranochado, política actual y ridícula hata el paroxismo, crítica cruel y divertida... En fín, que le falta un poco de "no se qué", y le sobra mucho de humor. Como no soy crítica literaria no sé que le falta, pero sé lo que me ha gustado.

Una buena lectura si se es seguidor fiel de D. Fernando, el de las gafas de pasta y rostro congestionado y feliz...

 

Panfleto

Panfleto

 

Dice el DRAE:

Panfleto:

1. m. Libelo difamatorio.

2. m. Opúsculo de carácter agresivo.

Hace cinco años compré un pequeño libro de esos que parecen condenados a desaparecer antes de haber nacido. Pero no, aún sigue vigente. Lo he recuperado de casa de M. Y, ¡oh, sorpresa! no sólo era mío sino que ya lo había leído. Pero claro eso no me extraña. Tenemos los libros en su casa o en la mía, como los buenos encuentros... Yo se los birlo y él me los quita. Luego vuelven, o no, al redil. A fin de cuentas ni M. ni yo nos los llevaremos a la tumba. Y nuestros hijos no podrán ya leer los cinco mil volúmenes que juntamos entre los dos ( o más, seguro)

Viene esto a que cuando se ha leído tanto y tan anarquicamente como yo leo, a veces tienes agradables sorpresas, como la del pequeño panfleto que he leido de una sentada una de estas tardes de lluvia.

 

No ha perdido ni un ápice de vigencia, es más, confirma los peores pronósticos, acierta de pleno en el futuro que relata respecto a la universidad y, en general, está totalmente vigente.

Os recomiendo su lectura, sobre todo a un tal Koldo, que me regala de vez en cuando perlas pedagógicas de lo más sabrosas... ¡Va por ud. amigo!



Belleza

Belleza

Me han regalado un album ilustrado con una historia de amor imposible (como todas las historias de amor)

La tristeza sin límites que el ilustrador ha reflejado en los ojos de la hermosa Naoko es tan hermosa como la historia que cuentan.

Hacía tiempo que tenía "apuntado" el album de Benjamín Lacombe para comprarlo. Y, mira por donde, sin haberselo comentado a nadie cercano a mí, lo recibo como regalo de cumpleaños.

A veces la felicidad es eso, un regalo tan hermoso, que hace que te brillen los ojos y el corazón te dé un vuelco de emoción.

......................

Leo en estos días mucho, entre ello: "El curioso incidente del perro a medianoche" , de Mark Haddon.

Y aquí hay otra belleza, dura, cruel, pero también hermosa y triste a un tiempo. No hay sutilizas, no hay donde agarrarse para no terminar casi llorando, pero algo muy hermoso consigue transmitirme esta historia sobre el autismo contada en primera persona por el propio niño-adolescente. Hacía tiempo que iba detrás de él y no me ha decepcionado.

El que sí me ha dejado más fría que caliente ha sido el último de J.J. Millás, "Lo que sé de los hombrecillos", que tenía dudas de comprarlo. Al final dejé que me lo regalara A. y ha sido un pequeño desastre.

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Paseo todos los días un poco, viendo como el verde se apodera del suelo... Y miro el cielo azul, perdiendo la vista con una cierta melancolía, por los vericuetos del tiempo.

 

Dos flores azules

Dos flores azules

Leo y veo en estos días, El señor Ibrahim y las flores del Coran. Primero el libro, luego la película. Así me doy cuenta de que en la película falta un poquito del libro. Muy poco, apenas unas páginas, pero muy significativas. No quiero entrar a interpretaciones profundas, pero me pregunto por qué se elimina de la película el personaje femenino que invade el final del libro. Y con él las reflexiones de Momó y su, digamos, ajuste de cuentas con el pasado...

Sea como fuere, el libro y la pelí merecen ser vistos y leídos de nuevo. Y ser recomendados y ser disfrutados.

Puede que ya no sea una novedad para nadie, pero también puede que me compre el libro en cuanto pueda y lo subraye como hice con el Principito.

No los comparo ni pongo en igualdad, pero cada uno de ellos tiene una belleza tan especial que será difícil no tenerlos juntos.

Y las dos flores azules, humildes, sinceras, son como los ojos del zorro o las espinas de la rosa, pura poesía guardada en un libro.

Spin

Spin

Mientras caé la tarde lluviosa termino de leer Spin.   "... se acabó de imprimir en un día de primavera de 2008 en..."

Así, tan poéticamente termina la novela de ciencia ficción que me ha tenido ocupada estos últimos días de vacaciones.

Hacía unos meses que la había empezado, pero siempre se interponían otros libros, otras novedades. Inicialmente me costó entrar en la historia, no me atraía lo suficiente como para engancharme a su lectura. Pero a mitad de libro, justo cuando estaba a punto de abandonarla definitivamente algo me atrajo: el deseo de saber un poco más de los Hipotéticos, seres que aparecieron como dioses  protectores y manipuladores a la vez.

Y le fui pillando el truco a la narración, la misma historia contada en pasado y en presente, hasta que se llegan a unir en un final que me ha dejado otro título para comprar: Axis.

Hacía muchos libros que no elegía la scfi como temática de lectura. Este libro traía como referencia su premio Hugo 2006. No suelo fiarme mucho de tales propagandas. (Pocos Planetas he leído, la verdad...) Me pudo la curiosidad, aunque mis intereses ya no están tan cercanos a la especulación futurista. Debe ser la deformación de haber leído tanto y tanto de Bradbury, Ballard, Huxley, Asimov y todos los escritores del olimpo galáctico. No desprecio las buenas películas ni los comics con esta temática, aunque me cuesta encontrar "mirlos blancos" ultimamente.

Y aunque Spin no es lo que hubiese deseado, se deja leer y hasta me han entrado ganas (con resevas, eso sí) de leer su continuación.

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Por lo demás, Menta está sentada junto a mí. Hoy la he dejado entrar en casa y pasar un rato junto a Urko y Farah. Se coloca a los pies de mi sitio en el sofá. Sabe que no se puede subir en él y el otro está ocupado por los dueños indiscutibles del interior de la casa. Y ahora mismo duermen los tres, con su respiración suave y lenta, mientras las llamas bailan en la chimenea y las letras en la pantalla.

 

Clásico

Clásico

Doy por concluido el verano. He terminado el clásico que he estado leyendo durante todos estos meses en los que el calor acariciaba la piel y el sol hacía de las suyas. Ahora sí que ha terminado esa larga estación que me ha traído y llevado por los caminos de la felicidad y la desesperación (según el ánimo de cada momento). "Soy un gato" ha sido mi libro de cabecera, el de los atardeceres suaves y el de los últimos y gratos soles del inicio del otoño. Hoy he visto como su autor acababa con la vida de ese tierno minino. De alguna forma tenía que terminar y, desde luego para un gato sin nombre, nada mejor que una muerte estúpida. La metáfora está servida... Es un libro denso, esperpéntico por sus personajes, incisivo por sus reflexiones y muy cruel con la raza humana. Un análisis que se puede aplicar a estos tiempos nuestros, lo que le hace ser un libro clásico, que se podrá leer dentro de otros cien años y seguirá teniendo sentido. Por que los hombres no cambian, aunque lo hagan sus circunstancias... Lo esencial del ser humano está aquí, frente a la mirada inquieta y socarrona del gato anónimo y frente a nosotros, actores y espectadores a un tiempo de la vida y sus avatares. ...................... Pido disculpas por los atroces desaguisados (ortográficos) de las últimas entradas. Mi cabeza a veces no está por lo que está... ................. Y entre gatos, perros, algún viaje y filosofías baratas sobre la vida, he leído un montón de libros y comics este verano, que ha sido fructífero en lecturas y en la cosecha de la huerta. ¿Qué más puedo pedirle a un verano?

Jerry, mi querido Jerry.

Honor

Honor

"Miro los muros de la patria mía..."

Lo que se puede hacer por amistad. Un conocido me pidió como favor que le revisara unos textos que había escrito hace tiempo. Le dije que sí, sin dudarlo. Y me he encontrado sumergida durante dos días en unos versos llenos de patriotismo. De ese ese patriotismo que no entiendo, que siento tranochado, que se perdió hace ya tiempo.

No hablo de la derecha ni de la izquierda, hablo del honor y la patria, de símbolos, sangre, caminos, parejas vigilantes de caminos.  Me han llevado a los años cuarenta y cincuenta y a los setenta. Me han recordado muertes inútiles por ambas partes, por la de los buenos y la de los malos. Los buenos siempre son los buenos, no queda otra.Son los que me cuentan la historia.

  Lo curioso es que siendo un tema tan alejado de mis sentimientos (los versos no son fríos, pero a mí no me conmueven) he sido capaz de darles una cierta coherencia, una estructura que ya estaba, pero sin pulir. Ha sido una cuestión técnica, pero a veces, lo reconozco, sentía ganas de dejarlo. ¿Cómo hacer que esas palabras sonaran bien? Si no las creía, si me parecían, incluso, falsas a veces.

Eso sí, escuchaba a Lorca detrás de las voces de esos civiles... Y me he quedado con la idea de que pese a todo, la poesía es un arma muy cargada, si hasta los "buenos", sin saberlo, se han dejado influenciar por la voz del poeta. Mi conocido no recuerda haberlo leído, pero me dice que puede ser. Estoy segura de que fue así. Eso o que los tricornios llevan detás de sí una forma de quedar descritos, un estilo lleno de caminos, albas, sangre y bandoleros...

Terminé el trabajo. 

Maus

Maus

Mi asesor personal me ha hecho leer Maus, de Art Spiegelman, un comic ganador del premio Pulizzer (creo que el único que lo ha conseguido)

No me gustan las novelas y películas de nazis, lo he dicho siempre y lo seguiré diciendo. M., sin embargo está obsesionado con el tema. Discutimos a veces sobre esa obsesión suya y esa negación mía. M. me dice que quiere entender la raiz del mal. Yo también. Pero él soporta la lectura y la visión del horror mientras que yo lo paso fatal y lo evito todo lo que puedo. No termino de comprender cómo se puede soportar tanto horror sin terminar desesperado y asqueado del ser humano.

A lo que iba: Maus es un comic magnífico, una lectura obligada. Tiene la virtud de enganchar a las pocas páginas. De hecho me leí las 300 y pico páginas en dos días. No podía creermelo mientras me sucedía, pero así fue. No podía dejar el libro. La vida de una familia de ratones polaca (lo de "ratones" es la primera de las alegorías del libro) en los años previos y durante el ascenso del nazismo hasta la entrada de las tropas americanas en los campos de concentración.

Tras la lectura hablamos largo y tendido sobre los distintos niveles de lectura del libro y destripamos y estrujamos los argumentos y las vriaciones del tema.

Como se ve tengo prejuicios, pero puedo saltármelos...

Pereza

Pereza

Apuntes de un escritor vacío.

 

Es difícil escribir. O no tienes ideas o no tienes ganas. Si llueve porque la tristeza te invade, si hace sol por que te llama la luz al exterior. Y si al fin te decides, enciendes el ordenado, pero en vez de la página en blanco, abres el solitario y te embruteces la mente en un absurdo ir y venir de cartas. Si decides usar la pluma, el papel en blanco se dilata, se expande por la habitación, y solo pensar en llenarlo de palabras se te hace una tarea titánica, mareante. Y enciendes la televisión y cierras la pluma. Cómodo y aburrido, paseando por concursos y documentales, discurre tu tarde, mientras bulle la historia que querías escribir justo ahora, cuando ya has encontrado el hueco del cuerpo en el sofá. Compones, frenético, poemas que nunca escribirás. La necesidad de hacerlo crece proporcionalmente a la pereza que te impide escribir. Y por fin, cuando te decides a escribir, cuando tomas papel y pluma, pantalla y ordenador, cuando todo está listo para el proceso, ni una idea, ni un verso, ni una puñetera palabra con sentido sale de tu cabeza. Intentas recordar algunas de esas historias que veías, tan nítidas que estaban ya corregidas, dispuestas a plasmarse en las páginas, listas para premio literario, a la publicación inmediata, al éxito rotundo.. La más absoluta nada discurre de tu cerebro a tu mano. Y así sigues, por los siglos de los siglos, atiborrado de historias, pero vacío tu cuaderno de escritor, como el infinito universo que duerme en tu cabeza.                       

 

Me dices, en un arrebato de complejo y culpabilidad: “Te juro por lo que más quiero, que sólo deseo escribir... ¡El sueño de un libro completo! Y no tanto ir y venir por párrafos diminutos y poemas inconclusos. Estoy harto de no concluir nada, de no encontrar los finales adecuados. Destruyo más que escribo, hago esbozos que no llegan a más... Si hasta tengo un cuaderno lleno de principios, de títulos sugestivos y sugerentes. Pero, nada, que no arranco...”

Y continúas con tus lamentos, después de una noche en blanco, tan improductiva literariamente como las anteriores. “”No encuentro argumentos, me fallan los diálogos, me olvido de los adjetivos y las concordancias, de los esquemas ni te cuento... ¡Así no puedo seguir! Esto es un martirio. Mi mente parece el perro del hortelano, ni me apaga la imaginación ni me despierta en deseo de trabajar... Y aquí estoy, rebosando ideas pero plasmando estupideces. ¡a veces me creo un Cervantes y luego se apaga la luz, y aquí me tienes, inútil, hueco... ¡Esto no es vida!”

Le intento consolar, vanamente, desde luego: “Mira, dicen que un escritor es un noventa por ciento de trabajo, un nueve por ciento de lectura y un uno por ciento de inspiración. Las musas no existen y, como ya dijo Picasso, si vienen, que me pillen trabajando. ¿Qué te parece?”

Los ojos de mi amigo el escritor se llenaron de lágrimas. Suspiró, y se hundió más en su sofá. En un susurro me confesó: “A mí me pasa lo contrario: Un noventa de lectura, un nueve de magia y un uno de trabajo. ¡Tienes razón! ¿Qué hago...?

 

La verdad es que no pude aconsejarle. Sólo sé que gracias a sus penurias como escritor a mi me ha dado lo suficiente para escribir esta tarde, que no es poco, dada mi pereza...

                       

 

Paz

Paz

Ayer, en la penumbra del salón, un foco de lectura me abrió las puertas a un mundo de paz.

El caminante, de Jiro Taniguchi.

Pasé una hora deleitándome entre sus paseos por la ciudad y el campo próximo. Mirando la ternura de los trazos que mostraban al perro adoptado, sin más, como algo que hay que hacer sin pensar en nada más allá del propio acto.

Las callejas, los impulsos vitales, tranquilos, sin estridencias de la pequeña ciudad. La lluvia empapando el cuerpo. Los libros y los pájaros. La mujer, dulce, como contrapunto. Compañera que espera o acompaña. El cielo y su lenguaje... Los otros, con los que me cruzo sin necesidad de conocerlos, pero acabo comprendiéndolos.

Líneas limpias, simples, claras. Arabescos de vegetación que invaden el espacio o líneas paralelas que me muestran las calles y las casas de una ciudad tranquila.

.........................

Hacía un par de semanas había leído El album de mi padre, otra obra del japones que dice tanto con tan poco. Que transmporta a mundos casi olvidados, donde el gesto, la mirada, los silencios, lo dicen todo.

Un descubrimiento que debo agradecer a mi asesor personal, mi hijo, que me está introduciéndo en un tipo de literatura tan buena como la mejor...

....................................

Voy a empezar el último de Luis Sepúlveda.  Me encantó El viejo que leía novelas de amor. Éste no sé por donde me llevará. Abrir un libro es entrar en otro mundo, con sus leyes, sus habitantes, sus geografías.

 

EL FIDEO

EL FIDEO

 

Hace tiempo que un fideo

atormenta mis comidas.

Es un fideo normal,

ni largo ni corto,

ni ancho ni estrecho,

tiene la justa medida

de un fideo vulgar.

 

Este fideo tiene

una manía especial:

no se deja comer,

se las apaña para escapar

a su instante final.

 

Sentada frente a mi sopa

apuro el plato golosa

y entonces, el muy traidor,

aparece de sopetón.

 

Ahí está, risueño y burlón,

ni gordo ni flaco,

ni corto ni largo.

Dispongo la cuchara,

preparo el paladar...

el muy astuto me mira

y desaparece sin más.

 

Miro y remiro;

el traidor escapó,

pero estoy segura, ¡lo sé!,

que en la próxima sopa

volverá a aparecer.                                                                 

 

¿Cómo atrapar

este fideo tan informal

que se burla sin piedad

de este pobre mortal?

¿Dónde se esconde

cuando en mi plato no está?

 

Seguro que un día,

cuando me canse de la sopa

y su visitante descortés,

me gritará que quiere volver...

 

Será ya tarde,

pues una patata frita,

dorada, sabrosa y crujiente,

aparecerá junto a mi filete

y no se dejará pinchar...

 

Sí, ya sé, lo publiqué hace ya más de dos años, pero me gusta...

Ilusiones

La primera gota de lluvia ha caido sobre mi mano. En ella sostengo el libro que llevo leyendo desde hace más de una hora. La pequeña punzada húmeda me ha hecho levantar los ojos de la página y mirar al cielo. Unas grises nubes han cubierto el azul bajo el que me senté a leer. Los perros dormitan a mi lado. He oído aUrko ladrar desesperado a un caballo que pasaba detrás del muro tapizado de madreselva. Farah no se ha separado de mí desde que he salido al porche. Sus ojos me siguen en cuanto hago el más mínimo movimiento. Menta entró en casa y la imagino subida a su sofa, el sofá de los perros.

Leo a Paul Auster, su novela "El libro de las ilusiones". La verdad es que a veces me salto páginas. Pero quiero terminarlo. Otras novelas suyas me han gustado más. Ésta me está costando un poco. Me tropiezo con pequeñas vanalidades, con imágenes estándar tan utilizadas en otros textos que ya aburren. A veces policiaca, a veces amorosa, a veces semiatormentada. Lugares comunes que van formando un tapiz poco atractivo. No sé por qué sigo leyéndola...

La primavera está entrando poco a poco en el valle. Aquí todo lleva un retraso de casi dos semanas respecto a la zona que nos rodea. Mientras los lilos están floreciendo ya a pocos kilómetros, los míos andan peleándose con el frío, sin brotes que anuncien su futura belleza.

Los tulipanes han muerto lentamente despues de dar unas pequeñas flores. Son tan hermosos y tan efímeros. De los narcisos ni rastro.

El día tiene algo de melancólico. Se me ha ido el tiempo en leer y descansar. Lo necesitaba.

 La imagen es de un lago suizo, del viaje de una de mis hijas al hermoso país del chocolate y los quesos.

De elefantes y viajes

De elefantes y viajes

"Tienen razón los escépticos cuando afirman que la historia de la humanidad es una interminable sucesión de ocasiones perdidas"

J. Saramago. El viaje del elefante (pg. 233)

"Lo único que no regresa son las flechas lanzadas y las oportunidades perdidas"

Un buen amigo. 

He terminado El viaje del elefante. Me ha encantado. Creo que lo releeré, subrayando esta vez. El libro está plagado de enseñanzas. De frases certeras. Las ironías me han hecho reír, las crueldades reflexionar. Magnífico, simplemente...

Os lo recomiendo. Eso sí, si os gusta su estilo.

TODO ESTÁ ESCRITO

TODO ESTÁ ESCRITO

El muchacho me mira, insolente, y escupe su frase. Llevaba un buen rato observándome; la clase había terminado, pero él seguía ahí, acumulando un odio que estalla al hablarme:

- Ud., ¿qué sabrá Ud. de la vida? ¡Siempre con un libro en las manos....!

 

Levanto la mirada del libro y le veo marcharse dando un portazo. El aula queda silenciosa al fin. Cierro el libro.

 

¿Cómo decirle que yo no he vivido una vida sino todas las vidas? ¿Cómo explicarle que él también puede ser camellero en las grandes rutas del Sahara, capitán intrépido a sus 15 años, buscador de perlas en los Mares del Sur, cazador de tigres en Malasia? ¿Cómo meterle en una mina desde su infancia para que trabaje catorce horas diarias y reviente de tuberculosis a los 23? ¿Cómo decirle lo que se siente al ser el primer hombre en pisar la cima del Everest? ¿Cómo convencerle del peligro de viajar con LSD? ¿Cómo enseñarle a reconocer las huellas del puma y el oso sobre las ardientes arenas del desierto americano y las heladas tundras del Gran Norte? ¿Cómo pedirle que sea mi lazarillo en la seca y dura Castilla; mi escudero de armas junto al Rey Arturo; mi compañero de caza en el Amazonas; el ayudante que necesito para llegar a Marte? ¿Qué hacer para que sea un buen jinete de Gengis Kan? Quisiera enseñarle lo que hay más allá de las estrellas, donde el Universo comienza a ser infinito una vez más. Llevarle de la mano al paraíso perdido de la infancia, donde el dolor existe, pero desaparece en las brumas del sueño, entre las alas de las hadas buenas. ¿Cómo mostrarle el primer amor y, luego, el amor en todas sus vertientes, para que sepa lo que es morir y vivir a un tiempo? Quisiera pasearle por las medinas y los mercados, zambullirle en los bazares, donde todo se compra y se vende y hasta los hombres tienen un precio. Quisiera que viese, junto a mi, morir reinos y nacer imperios...

 

Pero el muchacho se ha ido y no me ha dado tiempo para decirle que puede vivir la vida como quiera; que me es tan querido por que le conozco desde hace siglos; por que sé lo que siente, lo que sufre, lo que ama. Decirle que otros me lo presentaron antes de que hubiese nacido. Decirle que su vida está escrita en algún libro que ya he leído.

Sé que alcanzará el éxito y el fracaso; el miedo al abandono y la gloria; el amor, la vida palpitando por cada una de las gotas de su sangre, la desesperación y la felicidad, la vida y la muerte... Lo sé por que lo he leído, lo he vivido todo antes que él.

Mañana se sentará de nuevo frente a mí y me retará con sus ojos a saber más de la vida que él. Y Yo aceptaré su reto. Pero eso será mañana, cuando le enseñe a sobrevivir en la selva de la vida, junto a sus hermanos los monos y lanzaremos un largo hueso al aire, que llegará a las estrellas...

Este texto lo escribí para un artículo sobre LIJ, publicado hace tiempo. Sigue siendo válido.

La imagen pertenece a la  Maratón de los cuentos, de Guadalajara.

 

Salomón

Salomón

Me regalaron el último libro de Saramago. Y aunque pensé que conociendo tan bien su estilo no podría engancharme de nuevo, lo ha hecho. Me está gustando, como todos los suyos. Me sorprende que una historia tan sencilla, en apariencia, sea capaz de tener tantas sorpresas. Me encanta la forma en que el escritor se mete, literalemente, en la historia. Las ironías, los guiños, esa particular forma de escribir... las pequeñas frases lapidarias que salpican el texto, como quien no quiere la cosa.

¡Qué bien conoce la condición humana este hombre!

  

El sr. Fu

El sr. Fu

No consigo saber por qué el Sr. Fu aceptó la propuesta de aquella mujer para irse con ella a Lisboa. El señor Fu tenía una vida tranquila, pacífica y bien estructurada. Su matrimonio era aburrido, pero llevadero. Su trabajo rutinario pero efectivo y sus hijos apenas le ocasionaban problemas, pues hacía años que casi no le hablaban. El Sr. Fu se dejó ir en los ojos de aquella desconocida como Ulises por el canto de las sirenas. Pero, al menos, el héroe sabía que debía oponerse a aquella melodía. El señor Fu no fue lo suficientemente astuto como para atarse con una obligación inventada en el último momento al mástil de la realidad. La mujer lo sedujo con su sueño de viaje y él, ingenuo, se dejó arrastrar durante kilómetros tras la senda de un imposible. Si el Sr, Fu hubiese pensado un poco en las consecuencias de sus actos jamás habría conducido durante interminables centímetros de mapa. No hubiese atravesado una frontera inexistente ni hubiese atrasado una hora su reloj. Ni siquiera hubiese tomado aquella habitación de hotel, después de cruzar el puente sobre el estuario. No, el Sr. Fu no era consciente de nada, salvo de la piel de la mujer sobre las sábanas blancas y limpias.
Recorrió esa geografía desconocida como el explorador que se enfrenta por primera vez a un terreno oculto en lo más profundo del mapa. El señor Fu sacó de su interior lo que había dormido durante siglos el sueño de los justos y despertó el animalillo de los deseos, agazapado durante tanos años de rutina y pereza obligada. Descubrió que era de nuevo un hombre completo. Ni siquiera se había dado cuenta de que ya no lo era hasta que la mirada oscura de la mujer le empujó hacia adelante. Se había olvidado de sus necesidades, había encerrado sus sueños tan profundamente que ya no recordaba dónde los había dejado. Pero allí, entre la piel de aquella mujer el señor Fu recuperó la vida por unas horas. Luego todo se esfumó, como un sueño que se deshace en las brumas del amanecer. El mar gris le recordó que debía volver al gris de su vida. Pensó que el tímido sol que se asomaba sobre el horizonte era sólo un reflejo lejano de la juventud. No había salto hacia delante sino un regreso triste hacia el presente. Y lo aceptó, como se acepta el destino que se desconoce pero que está ahí, a la vuelta de cada segundo que vivimos. El señor Fu volvió a conducir sobre la cinta gris que se deslizaba veloz bajo las ruedas. Conforme se acercaban a la ciudad las manos de la mujer le acariciaban lentamente, pero no decía nada. Ella simplemente esperaba. Pero el Sr. Fu no dijo nada, ¿qué podía decir?
Se perdieron al entrar en la ciudad, tal vez para demorar, inconscientemente, el momento en que ella tomara su coche y él regresara a sus obligaciones. Por un instante pensó en no hacerlo, pero justo en ese momento llegó al lugar donde habían dejado el coche aparcado. Cuando lo miró la realidad le llevó de nuevo a su hogar, a su trabajo y a su mujer. Se detuvo junto a él, apagó el motor y se bajó, para que ella cambiase de lugar. La besó suavemente en los labios, un beso fugaz, como las horas que había compartido con ella, y se metió de nuevo en su coche. El señor Fu arrancó y se perdió entre el mar de coches, que lo absorbió en sus aguas turbulentas y le alejó hacia el anonimato.
El señor Fu recuperó la compostura, pero, cuando menos se lo esperaba, una leve sonrisa asomaba a su labios. Nadie sabía por qué, pero a veces, el señor Fu se perdía en un gris, en una palabra determinada, en el olor del salitre y en alguna mirada fugaz mientras paseaba del brazo con su esposa por las calles de la gran ciudad.

Y fin

Y fin

He terminado "Donde el corazón te lleve"

La chimenea encendida, los perros dormitando  junto a mí y un silencio apabullante. Así es como he terminado de leer el libro. Y no me ha quedado otro remedio que asombrarme. Conforme avanzaba en la lectura me iba asustando más y más. ¡Cuantas cosas en común tengo con la protagonista...! No es retórica, es pura realidad.  Hay pasajes que podría haber escrito yo (de hecho los he escritos y andan guardando polvo por los armarios, en cuadernos cuadriculados)

Si digo que me he visto reflejada no exagero. Algunas de las ideas expuestas son mis ideas y algunos de los acontencimientos los he vivido. Al final he devorado las páginas, pensando que podría leer mi futuro. Era una estupidez, pero por un momento he sentido que su final podría ser el mío. Gracias a Sussana no hay final, solo un consejo: "levántate y ve donde el corazón te lleve".

Mi corazón me trajo aquí, a la casa que habito y la cama donde yago. Y nada de lo que he hecho, por pequeño que sea el gesto o la decisión, ha dejado de tener sentido. 

A veces la vida imita a la literatura... ¿O era al revés?

Susanna

Susanna

He comenzado a leer "Donde el corazón te lleve". Y me ha entrado una envidia terrible. ¡Cómo me gustaría haber escrito así! Era uno de mis libros pendientes, que por fin ha caído en mis manos. Y lo estoy saboreando. El contenido, el estilo, la fluidez... en fin, deben ser los años, pues ya me identifico más con una abuela que con una mujer adulta. Y como creo que nunca he dejado de ser un poco infantiloide, acercarme a la vejez es como acercarme a los orígenes. Círculos que se cierran, eso es la vida.

 

 

Sobre lecturas

Sobre lecturas

TODO ESTÁ ESCRITO

 El muchacho me mira, insolente, y escupe su frase. Llevaba un buen rato observándome; la clase había terminado, pero él seguía ahí, acumulando un odio que estalla al hablarme:

- Ud., ¿qué sabrá Ud. de la vida? ¡Siempre con un libro en las manos....!

Levanto la mirada del libro y le veo marcharse dando un portazo. El aula queda silenciosa al fin. Cierro el libro.

¿Cómo decirle que yo no he vivido una vida sino todas las vidas? ¿Cómo explicarle que él también puede ser camellero en las grandes rutas del Sahara, capitán intrépido a sus 15 años, buscador de perlas en los Mares del Sur, cazador de tigres en Malasia? ¿Cómo meterle en una mina desde su infancia para que trabaje catorce horas diarias y reviente de tuberculosis a los 23? ¿Cómo decirle lo que se siente al ser el primer hombre en pisar la cima del Everest? ¿Cómo convencerle del peligro de viajar con LSD? ¿Cómo enseñarle a reconocer las huellas del puma y el oso sobre las ardientes arenas del desierto americano y las heladas tundras del Gran Norte? ¿Cómo pedirle que sea mi lazarillo en la seca y dura Castilla; mi escudero de armas junto al Rey Arturo; mi compañero de caza en el Amazonas; el ayudante que necesito para llegar a Marte? ¿Qué hacer para que sea un buen jinete de Gengis Kan? Quisiera enseñarle lo que hay más allá de las estrellas, donde el Universo comienza a ser infinito una vez más. Llevarle de la mano al paraíso perdido de la infancia, donde el dolor existe, pero desaparece en las brumas del sueño, entre las alas de las hadas buenas. ¿Cómo mostrarle el primer amor y, luego, el amor en todas sus vertientes, para que sepa lo que es morir y vivir a un tiempo? Quisiera pasearle por las medinas y los mercados, zambullirle en los bazares, donde todo se compra y se vende y hasta los hombres tienen un precio. Quisiera que viese, junto a mi, morir reinos y nacer imperios...

Pero el muchacho se ha ido y no me ha dado tiempo para decirle que puede vivir la vida como quiera; que me es tan querido por que le conozco desde hace siglos; por que sé lo que siente, lo que sufre, lo que ama. Decirle que otros me lo presentaron antes de que hubiese nacido. Decirle que su vida está escrita en algún libro que ya he leído.

Sé que alcanzará el éxito y el fracaso; el miedo al abandono y la gloria; el amor, la vida palpitando por cada una de las gotas de su sangre, la desesperación y la felicidad, la vida y la muerte... Lo sé por que lo he leído, lo he vivido todo antes que él.

Mañana se sentará de nuevo frente a mí y me retará con sus ojos a saber más de la vida que él. Y yo aceptaré su reto. Pero eso será mañana, cuando le enseñe a sobrevivir en la selva de la vida, junto a sus hermanos los monos y lanzaremos un largo hueso al aire, que llegará a las estrellas...

La imágen es parte de mi salón en pleno proceso de pintura veraniega.