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casiazul

Amarillos

Amarillos

Es una obviedad. Estamos en otoño. Las hojas del paraíso y del almendro caen. Tiñen de añarillo sucio el suelo. Es una alfombra para que el invierno repose sus frios pies. Quedan en verde los pinos, las encinas y las arizónicas.

Se han perdido los amaneceres suaves y el aire sale ya caliente de la primera bocanada que doy al salir a la calle.

Pero los días siguen gloriosamente claros, con un sol que cambia de tono y se va a dormir cada vez más pronto.

He nombrado a la casa, por fin. Ahora ya vivo en una isla. La isla de la espera, de la partida y del regreso, la isla de Penélope, el origen del viaje, el punto de llegada. Itaca es uno de los lugares donde la vida pasa, se detiene, espera, concluye.

Llega el otoño, con la melancolía del que pierde para poder ganar.

Escucho: el azul y el amarillo hacen el verde. Ahora es el amarillo cayendo quien prepara el verde. Pero hay que esperar. Y mientras esperamos debemos seguir viviendo. O perderemos la mitad de la vida esperando. Y eso es un desperdicio que la naturaleza no perdona.

 

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