El Beso

Hace tiempo que me dieron un beso. Uno más de una larga lista de besos variados.
En mi catálogo de besos, ese primero, que no fue el primero,
figura como rápido, nervioso, seco y sorprendente.
Abrió una nueva categoría en el listado.
Tal vez por eso lo recuerdo.
Por ser el primero de una larga serie que hube de incorporar a los anteriores.
Y eso que mi colección de besos es larga y apasionada:
maternal y odiosa, amiga de varios Judas
y de amplias geografías.
Pero hay besos que, por su belleza, se deben guardar
en las páginas de honor de los besos recibidos.
No engaño a nadie, si digo que he sido besada en rincones oscuros y cálidos,
en áridas mesetas y en picos elevados.
Tampoco engañaré si cuento que he besado pieles de niños
y ancianos. Y que he buscado pliegues imposibles donde
librar una lucha de besos caníbales.
Pero el beso que ahora recuerdo, ese rápido, seco y nervioso
me tiene prendida en el tiempo que ha pasado
desde que lo recibí hasta que lo devuelva.
No es necesario decirlo, pero éste es El beso de piedra más hermoso que el hombre ha esculpido.
2 comentarios
La dama -
Si fueses de piedra y en tamaño reducido, presidirías mi estantería de besos. Y todas las mañanas recibirías un besito de verdad...
Rafael Reyes López de Neira -
El tuyo, ese rápido, seco y nervioso, me parece mucho más bello, aunque claro, uno no es de piedra.
Besos, Bere.