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casiazul

Uno de tres

Uno de tres

Comienza el curso con los peques. Uno de tres, porque ya sólo quedan tres años para poder jubilarme. Al menos eso espero. Y no es por que sea una vaga redomada, una insolidaria no una de tantas cosas como se nos achaca ultimamente a los maestros y profesores. Es porque llevo trabajando 33 años, ya más de la mitad de mi vida. Y por que creo que ni mi estado físico ni el mental me permitirán estar más allá de los 60 al pie del cañón. Es evidente que lo que quiero para mí lo quiero para los demás. Hay trabajos que no son soportables más allá de esa edad. Trabajos duros, agotadores, desgastadores de personas. Pero claro, eso el gran capital no lo entiende. Como tampoco muchas personas entiende que trabajar con niños o adolescentes puede ser tan agotador o más a nivel mental que otros trabajos más físicos.

 No es que quiera justificar lo que hago y cómo lo hago. Hago lo que me gusta, lo que mejor sé hacer. Y lo hago lo mejor que puedo. Pero ya voy encontrando mis limitaciones. Y eso me duele, porque, en cierta forma, influye en el trabajo que realizo con los alumnos.

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El primer día con los peques, ayer, me encontré con la sensación de haber estado sólo unos pocos días lejos de ellos. Era una situación extraña, como si el tiempo entre la última clase de junio  y la primera de septiembre no hubiese existido.

Y, curiosamente, este verano ha sido muy especial para mí y mis pequeñas familias, la humana y la perruna.

Una de mis peques se ha casado (no me hago a la idea, me suena tan raro...). Y uno de mis perros ha sucumbido a la enfermedad. He ido dos veces de vacaciones, cosa poco frecuente en mí.

Y me he incorporado al trabajo con un cierto ánimo, cosa que me agrada.

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Un nuevo curso, con los viejos problemas de siempre.

Un pequeño trabajo de plástica.

 

 

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