De niños y perros

Paseo con tres niños y tres enormes perros.
El sol nos calienta y a mí me ofrece unos contraluces maravillosos.
Tres grandes perros siguendo a los niños, atentos a sus voces, a sus manos. Búscánoles cuando se tumban en el suelo, siguiéndoles en sus carreras, ayúdándole en su búsqueda de cadáveres.
Encontramos varios huesos, blancos y secos. No quise decirles que me parecieron huesos de perro. Era mejor que fuesen de zorrro. Y de zorro fueron.
Los niños que corretean por el campo, como ardillas silvestres, que no temen saltar terraplenes y que se meten entre la maleza sin miedo a los arañazos, son niños que, a la fuerza, conservaran algo de montaraces cuando vayan a la ciudad.
Estos niños tiene "pleis" y "nintendos", adoran las pelis de miedo y no son ajenos a su mundo informatizado. Pero cuando se les suelta al campo, saben exprimirlo de igual forma que manejan las consolas.
Buscan minerales, huesos, inventan aventuras y son capaces de dejar de ser adultos pequeñitos para ser realmente niños.
Me ha quedado una imágen del paseo: El niño lanza una piedra y los tres pastores salen en línea detras de ella. Una carrera corta, pero tan bella a contra luz, que me hubiese gustado tener una cámara, para reproducirla una y otra vez... Veía la cabeza de los tres perros, sus morros cortando el aire, sincronizados, impecables...
Regalos así no los tengo todos los días.
Roma.
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