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casiazul

Mirando la tristeza

Mirando la tristeza

A veces la tristeza me mira directamente a los ojos. Y yo veo su reflejo en mis ojos. Es un juego de espejos, un caleidoscopio donde se mezclan y multiplican mis recuerdos. Como no puedo separa los buenos de los malos, hago girar los espejos, en busca de la belleza, pero se me nublan con la fealdaz que nunca desaparece.

Son caras de la misma moneda. Y cuando cae de cruz, del lado feo, me quedo mirándola apesadumbrada. Un recuerdo me trae otro, se enroscan como hiedra venenosa en el alma. Hace poco, a raíz de una película un poco meláncolica, pero no necesariamente triste ni melodramática, al apagar la pantalla, se me anegaron los ojos de lágrimas. Me desbordó la tristeza, en estado puro. Tal vez fuese la película el detonante, como lo ha sido algún libro  otras veces, pero esta vez  no había motivos.

Pienso que la edad me va reblandeciendo por dentro. Que mi pequeña coraza, hecha con tanto esfuerzo, se resquebraja poco a poco, sin que pueda poner parches de sonrisas o bellos atardeceres para repararla.

La belleza de las cosas me ha consolado mucho, como lo ha hecho el arte y la lectura. Siempre he creído que esas cosas junto con otras más mundanas, me podían ayudar a olvidar los malos tragos, las desilusiones, los desamores, las traiciones y los olvidos. Pero no es así. Nada olvido de lo que quisiera olvidar.

Olvido donde dejé las llaves y lo que comí ayer, olvido minucias pero permanencen en mí cosas que quisiera ya alejadas por completo de mi pensamiento.

Es extraño este cerebro nuestro.

Me da el sol en los ojos, iluminando a la vez las volutas de humo del cigarro. Cae la tarde y con ella un día más.

No me dejo vencer, pero me canso en la lucha.

1 comentario

pau -

Disfrutamos lo actual y nos recreamos con la belleza, es lo que nos da la edad; y recordamos lo peor y mejor de nosotros e intentamos darle un sentido, buscar una explicación. Yo empecé así, pero poco a poco abandoné la idea; era imposible. Ahora escribo mis recuerdos desde la lejanía, no temporal, que es lo que parece, sino desde la personal, como si hablara de otra persona.
No sé si tanta historia servirá de algo, lo que sí sé es que no me reconfortará. La solución perfecta no existe y cada uno debe buscar la suya, tan distinta como su historia.
No puedo aconsejarte y lo siento, solo me queda leerte.

Hoy, precisamente estaba escribiendo sobre la coraza, al recordar una conversación de hace mil años con un capitán del ejército. Me preguntó por lo que había extraído de mi viaje a Cachemira y le respondí que allí dejé mi coraza, cuando descubrí para lo que servía.

Un abrazo.