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Mundanal ruido

Mundanal ruido

Aunque a veces intente desconectarme del mundo, me resulta imposible hacerlo del todo. Tendría que irme a vivir al monte. En esta mi tierra adoptiva, por los montes y las planicies azotadas por vientos y soles inmisericordes, hay pequeñas construcciones de pastores. Están hechas a base de piedras, de planta redonda. Son semejantes a los iglús, pero en sólido, en bloques irregulares de piedra caliza, tan abundante por estos páramos. J. R., un neurótico y esquizofrenico conocido mío, adecentó una de estas "casitas" de pastor para retirarse en su momento del mundanal ruido y dejar que sus iluminaciones religiosas le aclarasen las ideas. Sin luz, sin agua, sin nada más que lo imprescindible para vivir una vida contemplativa en mitad de ninguna parte.  De momento se limita a ir algún fin de semana, cargado con su comida y su agua, a pie, monte través, unos cinco kilómetros de su casa. La vida no le deja cumplir su sueño. En este caso me alegro, porque su enfermedad no es buena consejera para estas aventuras. Es un buen hombre, pero un hombre enfermo que no debe estar solo demasiado tiempo.

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Mi padre, hombre inteligente y que vivó mucho y muy intenso, me dijo, entrado ya bien en sus ochenta y muchos años, que había renunciado a entender el mundo. Que le superaban los avances y los acontecimientos. Y comenzo a "vegetar", a esperar la muerte. Dejó de interesarle todo, menos sus achaques y su genio endiablado.

Cuando yo protesto por el presente me acuerdo mucho de esas palabras. Estoy segura de que la corriente de la vida me llevará hasta el mismo punto del río que él cruzó, como un Rubicón inevitable. No sé cúando, no sé cómo, pero llegaré.

Por eso me digo que aún no debo abandonar ni tirar la toalla. Que por poco que me guste lo que veo, por mucho que me disgusten ciertas cosas de la sociedad que no entiendo, no debo alejarme tanto de la realidad, que es la que me mantiene en este mundo loco y desquiciado.

Chozo de pastor, muy cerquita de mi casa... En Hueva.

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