Fuego

Toda la tarde la he pasado limpiando las chimeneas. Una porque la quiero vender y la otra porque la voy a encender.
Ya pasó el quejarse por el calor. Ahora toca calentarse.
Los días vienen con un sol que calienta poco, pero alegra la vista. Y en mi salón ya no sube de los 15º. Lo que es frío para quedarse sentada.
Me gusta el fuego, de siempre. Y quiero volver a sentir la sensación cálida y hermosa de pasar una tarde mirando las llamas. Ver como afuera se hace de noche y dentro se tiñen las paredes y los cuadros de amarillo. Me embobo mirando las llamas subir, domesticadas, deshacerse y volver a formarse. Son como las olas del mar.
Urko retomará su sitio frente a la chimenea, tan cerca que a veces me da miedo de que se chamusque el pelo. Y yo me sentaré a su lado algunos minutos, acaricándole, mientras mi mirada se pierde en el anaranjado baile que hay a nuestro lado.
Llega el otoño, el rastrillar de las hojas de los paraísos a la entrada de la casa, las humaredas de la quema de los restos de huertas veraniegas y el olor del humo extendiéndose por todos los lugares.
Seguimos en el camino, un año más...
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