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casiazul

El cementerio

El cementerio

Hace mucho tiempo, un viajero paró en un pequeño pueblo de un país centroeuropeo. Paseando por sus calles preguntó a varias personas por algún lugar curioso o hermoso que pudiera visitarse en la zona. Todas le contestaron que no dejara de ir al cementerio. El viajero se quedó un tanto asombrado, pero antes de retomar su camino, se acercó al camposanto, un poco alejado de la población. Cuando entró se sintió decepcionado. Era un cementerio como cualquier otro, lleno de lápidas y flores. Pero caminando por sus estrechos paseos comenzó a fijarse en las lápidas y las fechas que había escritas en ellas. Cuanto más miraba, más se asombraba. En una ponía: 8 años , tres meses y un día. En otra  cinco años, diez meses y seis días. Más allá las lápidas mostraban edades pequeñas, algunas incluso anotaban las horas y los minutos de vida del difunto.

Asombrado, fue a buscar al sepulturero, que lo había estado observando desde que entró en el cementerio.

-Perdóne -le preguntó- ¿Cómo es que en este pueblo muere la gente tan joven? Casi todos parecen niños. ¿Acaso entierran a los adultos en otro lugar?

-No -le respondío con una sonrisa el encargado -Los números que usted ha leído no son los años de vida, sino el tiempo  de felicidad que ha vivido el difunto. 

Ante la cara de estupor del viajero, el sepulturero le explico que en aquel pueblo todo el mundo tenía por costumbre anotar en un cuaderno los momentos felices que había vivido en su vida, contando cuidadosamente minutos, horas, dias... Al final de su vida se contabilizaba todo ese tiempo y se escribía en su lápida. Así, las personas eran recordadas por su  capacidad de ser felices.

-Entonces, ¿las lápidas en las que apenas ponen algún día o alguna hora son de gente que ha sido desgraciada toda su vida?

-¡Oh, no! Esas son las de los niños. A ellos, desde que nacen, sus padres les abren el cuaderno y les van apuntando los momentos felices hasta que ellos mismos son capaces de hacerlo. Por eso algunas cifras son tan pequeñas.

 

Este cuento me lo contaron un día en que yo estaba muy triste.  Y la imágen de contabilizar la felicidad en tiempo real me hizo sonreir. Nunca agradeceré suficientemente este cuento a quién me lo contó.

6 comentarios

Gaviota -

Yo también escuché hace mínimo 15 años atrás este relato por la radio. Y se me ocurrió buscarlo x internet y me enteré que el mismo cuento está cambiado y figura en el buscador de Jorge Bucay....que trucho!

La dama -

Pues yo creo, Koldo, que si te pones a pensarlo, te saldrá más tiempo del que te crees. Depende de a que llames felicidad. Si es a explosiones y fuegos artificiales a lo bestia, poco, seguro, pero si te fijas en las pequeñas cosas, esas que sólo se ven con el corazón, entonces, estoy segura, tu cuenta subirá...
Como bien dices, ¡ya me contarás!

Koldo -

¡Ja, ja...! Yo tampco he podido hacerlo... Y cuando lo he hecho... ¡también me duermo! (mucho mejor que contando ovejitas...).
Como te veo muy insistente y convencida con lo de la "contabilidad" de momentos felices... lo voy a intentar. Lo que pasa es que tengo prejuicios: creo que, una vez me percate de los pocos momentos felices... me va a entrar una depre de mucho cuidado... (Ya te contaré).

La dama -

Gracias por las visitas, Koldo. Lamento que te haya dado "mal rollo" el cuento. En su momento me resultó como un bálsamo contra mi tristeza. Una lección de que las cosas se pueden ver desde otro punto de vista. Y, ciertamente, da un poco de pena las cifras pequeñitas, Pero la verdad es que la vida nos da más momentos tristes que felices. Y aquí, entre nosotros, yo he contabilizado en horas y minutos algunos momentos de autentica felicidad. Te juro que se puede hacer... Es más debería hacerse.
Ya conocía la reflexión del final del día, pero soy incapaz de hacerlo. Y sé que es una buena terapia, pero cuando me acuerdo de hacerlo ya estoy dormida...

Koldo -

¡Hola, "dama"!

Pues... ¡qué quieres que te diga!... Por algún motivo (que -seguramente- sólo Muiño sabría explicar), me "ha entrao mal rollo" a mí también con este cuento...
Creo que -más por suerte que por desgracia- la felicidad o sus momentos no pueden contabilizarse... y muchísimo menos en horas, minutos o segundos... Lo cartesiano siempre estaría reñido con lo emocional... Al menos, de entrada.
En línea con el argumento del cuento, creo que lo que sí resulta siempre muy positivo es algo que ya oí hace muchos años (y que, seguramente, también hayas oído alguna vez): pegarle un repasito al día que hemos pasado... a última hora; como para reflexionar y encontrar aciertos y errores... si nos hemos encaminado hacia (o la hemos conseguido) la felicidad... entre otras muchas cosas. Una especie de examen de conciencia diario...
Me gusta tu página. Ya había entrado en otras ocasiones; pero ésta es la 1ª vez que dejo "comentario".
En cualquier caso, si el cuento te hizo reír... ¡¡¡eso es lo importante!!!

L...f...A -

Ummmm, pues sí, si concentramos nuestra energía en contabilizar los momentos felices, el "mal rollo" pierde intensidad y protagonismo.
Eso sí, en los niños la felicidad debería contar al ciento por cien de su existencia como niños, que tiempo tendrán de ir descontando...

Muy hermoso.