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Miyazaki

Miyazaki

Esta tarde, justo cuando ibamos a pasear Farah, Urko y yo, la voluble primevera nos ha recibido a la puerta del jardín con un chaparrón tremendo que nos ha hecho regresar corriendo a casa. Y como el cielo no anunciaba nada mejor que lluvia y viento, me he encerrado en casa.

Mi hijo me había presentado a Miyazaki, el cineasta japones, del que yo no tenía ni idea. Me ha estado comprando sus películas y contando parte de sus descubrimenots sobre él. He quedado prendada de su obra.

La verdad es que conocemos tan poco de la cultura oriental, que me siento una verdadera analfabeta. Por suerte mi chico tiene todas las inquietudes del mundo y además la inteligencia de dejarse aconsejar en su búsqueda. Ahora está retomando el mundo del comic, en su versión más seria, más culta, si se me permite decir. Y me trae ejemplares de auténticas obras de arte, minoritarias, como suele suceder. Me pide que las lea, me asegura que me gustarán. Y, normalmente, acierta.

El mundo del arte, en todas sus facetas, es tan amplio que no hay vida suficiente para poder explorarlo. Pero esas islas en las que recalamos, que nos hablan de una parte infíma del continente, son tan maravillosas, que me animan a seguir navegando por estos mares llenos de imágenes, palabras, sonídos...

Y como ha llovido, he puesto una de las películas que me faltaban por ver de las varias que tengo: Kiki, la brujita debutante en una ciudad costera. Una historia sencilla, hermosa, cargada de esperanzas.

Miyazaki me ha sorprendido por el conocimiento que tiene de la cultura europea. Hace unos días vi Porco Rosso, que me pareció una película excepcional. Más aún que el viaje de Chihiro y ya es decir.

Y así se me ha pasado la tarde...   Viendo como una brujita se inicia en la vida adulta acompañada de un gato parlanchín. Me resulta sorprendente como se mezcla la realidad con la fantasía de una forma tan sutíl que nada chirría en ese encuentro. Tiene un aíre al realísmo mágico latinoamericano, pero nada que ver con él. Me resulta difícil definirlo. Es mejor verlo.

Y con el aíre limpio de la noche y la luz tamizada de la luna casi llena, llego a la noche, una noche más.  

 

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