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casiazul

Jerry

Jerry, mi querido Jerry fue un gato feliz... El primer gato que entró en casa. Una miniatura que dormía sobre una alpargata y aún le sobraba la mitad. Luego creció hasta hacerse un gato hermoso y querido. Se hacía querer, la verdad.

M. disfrutaba de su compañía las largas tardes en que apoltronado en el sofá, repasaba su temario de oposiciones. Jerry mordía, sistemáticamente el lapicero que M. enarbolaba, como un talismán.

Jerry sobrevivió a las fauces de un rotwailer, a alguna caída a la huerta vecina y a una pelea gatuna multitudinaria.

Odiaba el agua, como buen gato, pese a ser un gato eminentemente casero. Y odiaba a Frodo, cuando éste se incorporó a la familia. La convivencia con él se hizo imposible y Jerry se quedó en el piso superior mientras Frodo dominaba la planta baja. Así estuvieron más de un año.

Siempre he admirado la amistad entre perros y gatos, pero nunca la he conseguido fomentar en mi casa... Supongo que debe ser una de esas amistades que comienza en la infancia y duran contra todo pronóstico.

 

Jerry era mi gato, será mi gato... Enfermó, no sé muy bien por qué. La leucemia felina acabó con sus preciosos ojos y con una parte tumultuosa de la historia de mi vida.

Frodo inició otro capítulo de esa historia.

Pero esa es otra historia...  

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