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casiazul

Resplandor

Resplandor

Arde el cielo esta tarde. Como otras, solo que esta vez saco la cámara y me guardo esa imagen imprecisa del cielo rojizo.

Leo un precioso texto de un blog que he descubierto y me quedo asombrada de lo bien que se puede escribir en tan poco espacio.

Pasan los días raudos, apenas llego al viernes en un suspiro comenzado el lunes. Me pregunto si esto ya es el final del tiempo, de mi tiempo.

Siempre he oído lo de la relatividad de las cosas y del susodicho tiempo. Esa teoría, bien comprobada, de que el tiempo discurre diferente según lo que estés viviendo en ese momento.

Me vienen a la memoria momentos eternos de apenas unos segundos. Y fracciones enormes de horas en las que apenas se movía el reloj, pese a mis deseos.

Cada vez entiendo menos y cada vez me preocupa más. ¿Me estaré haciendo vieja?

Paso parte de la tarde en casa de una vecina de fin de semana. Me ha invitado a café, cosa poco frecuente en ella, mujer encantadora, pero muy reservada. Y en el salón, sentada en uno de los sofás, una anciana dormita y se despierta al sentirme entrar. Su conversación desilvanada, su voz baja y suave, su sonrisa y la piel blanca, casi transparente, sus ojos de un azul brillante y sus noventa años me dejan un estraño sentimiento cuando me marcho.

Mientras estoy en esa casa enorme, acostumbrada a muchos nietos y más perros aún que yo, la anciana se mueve varias veces, de un sofá a otro, al pasillo y vuelta. Y me pregunto, siempre lo he hecho, como será eso de ser tan anciano y de sobrar de todos los sitios. ¿Qué se pensará en esos momentos? ¿En esas horas interminables en las que ya no puede hacer nada salvo ver pasar las horas en el reloj?

Un enigma que si sigo a este paso de percepción del tiempo, no tardaré en descubrir... Ya lo dice la canción, que veinte años no son nada...

 

 

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