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Cajita

Cajita

Hoy amanecí con tristeza. Qué le voy a hacer.

Y algunas veces esa tristeza de la que no puedo desembarazarme con un buen desayuno y permanece más allá de ese tiempo que me doy para despejarme, me hace entrar en un estado de actividad poco frecuente en mí. Y me pongo a limpiar la casa. Estas son unas de tantas actividades caseras que odio:planchar, barrer, fregar, quitar el polvo, ordenar.... En fin, todo aquello para lo que se supone que estamos más preparadas las mujeres. Lo malo de mi tristeza, no sé si necesaria o innecesaria, que se dice en el Habitat, es que en esa vorágine de mover y colocar bibelots varios, hoy me he tropezado con una cajita de barro, rectangular, ingenua, creo haberos hablado ya de ella. Una manualidad más de alguno de mis hijos. El problema ha venido cuando he intentando ponerle nombre a las manos artesanas que la hicieron en la escuela para regalarsela a su mamá, hace muchos años.

No puedo recordar de cual de los tres es. Y eso me ha generado más tristeza. Una parte de su infancia se ha perdido. Esa parte que sólo ellos me podrán decir, si es que se acuerdan de quién la hizo.

He ido guardando recuerdos escolares a lo largo de muchos años, no sólo de mis hijos, también de mis alumnos. A veces tienen nombre y fecha, pero, la mayoría de las veces no hay ningún dato que los identifique.  ¿Qué hacer con ellos?

Son pequeños recordatorias de vidas ajenas y de mi propia vida, que se van difuminando en el tiempo, perdiendo parte de su significado. Me acercan el pasado de una forma tan difusa que me causan, aún, más tristeza innecesaria.

Eso debe ser, que el tiempo quiere hacerme ya olvidar las cosas viejas, pero no me proporciona cosas nuevas para recurdar... ¿o sí?

Es más lo que quedó detrás que lo que tengo por delante. Es una pesimista y pésima reflexión, que con broma y sonrisa por medio, me hicieron ayer en el pueblo. ¡Que verdad más asquerosa y cierta...!

Esa cajita me seguirá recordando que dentro de ella cabe toda una vida, auque cada vez sea menos lo que recuerde de ella. Malo será el día (espero no llegar a velo) en que la mire y no sepa lo que es ese trozo de barro en forma de cajita, con su tapaderita y todo, que ha sobrevivido mudanzas, rabos alegres de perros y tropezones con el plumero...

1 comentario

Koldo -

Hoy me ha tocado "ponerme al día" con tu blog...
Creo que ese tipo de objetos sólo tendrían sentido "per se" si nos sirven de estímulo para el recuerdo. Es decir, si nos ayudan a recordar momentos pasados. De hecho, ese tipo de objetos se llaman (y no por casualidad) "recuerdos". Si pierden su función... ¡¿pa qué?!
...A no ser que tuvieran valor intrínseco. Por su belleza, utilidad ¿o precio?
Yo no tengo memoria. Ni poca ni mucha: ¡ninguna!
Las cosas no tienen ninguna importancia ¡Ojalá supiéramos vivir sin ninguna! Cuantas más tenemos, más trabajo dan y más polvo acumulan... Es como una alegoría de la vida y los recuerdos... Pienso que la mejor memoria es la de la paz interior, la de tener en paz la conciencia...
...O eso -no tiene más remedio- dice el desmemoriado...
¡Y pa qué hacese de sufrir! Ya nos lo hacen bastante las cosas y los demás...