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Tierra

Mundanal ruido

Mundanal ruido

Aunque a veces intente desconectarme del mundo, me resulta imposible hacerlo del todo. Tendría que irme a vivir al monte. En esta mi tierra adoptiva, por los montes y las planicies azotadas por vientos y soles inmisericordes, hay pequeñas construcciones de pastores. Están hechas a base de piedras, de planta redonda. Son semejantes a los iglús, pero en sólido, en bloques irregulares de piedra caliza, tan abundante por estos páramos. J. R., un neurótico y esquizofrenico conocido mío, adecentó una de estas "casitas" de pastor para retirarse en su momento del mundanal ruido y dejar que sus iluminaciones religiosas le aclarasen las ideas. Sin luz, sin agua, sin nada más que lo imprescindible para vivir una vida contemplativa en mitad de ninguna parte.  De momento se limita a ir algún fin de semana, cargado con su comida y su agua, a pie, monte través, unos cinco kilómetros de su casa. La vida no le deja cumplir su sueño. En este caso me alegro, porque su enfermedad no es buena consejera para estas aventuras. Es un buen hombre, pero un hombre enfermo que no debe estar solo demasiado tiempo.

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Mi padre, hombre inteligente y que vivó mucho y muy intenso, me dijo, entrado ya bien en sus ochenta y muchos años, que había renunciado a entender el mundo. Que le superaban los avances y los acontecimientos. Y comenzo a "vegetar", a esperar la muerte. Dejó de interesarle todo, menos sus achaques y su genio endiablado.

Cuando yo protesto por el presente me acuerdo mucho de esas palabras. Estoy segura de que la corriente de la vida me llevará hasta el mismo punto del río que él cruzó, como un Rubicón inevitable. No sé cúando, no sé cómo, pero llegaré.

Por eso me digo que aún no debo abandonar ni tirar la toalla. Que por poco que me guste lo que veo, por mucho que me disgusten ciertas cosas de la sociedad que no entiendo, no debo alejarme tanto de la realidad, que es la que me mantiene en este mundo loco y desquiciado.

Chozo de pastor, muy cerquita de mi casa... En Hueva.

Acuarela

Acuarela

Jugando con el ordenador y una foto que tomé esta mañana... Una bella descripción del otoño.

Atardeceres

Atardeceres

Estos días la noche cae casi de golpe. Los atardeceres apenas duran un suspiro y hay que encender la luz, me guste o no, a las 6 de la tarde.

Estos días de descanso me han venido bien, pero hoy, no sé por qué, siento un cansancio infinito. Es como si no hubiese tenido un largo puente detrás de mí.

Llevo ya un  tiempo pensando en hacerme un chequeo, pero es tan cansado empezar de médicos, de análisis, de idas y vueltas a la ciudad, que espero ansiosa los días de las vacaciones de Navidad para reponerme.

Lo curioso es que no soy tan mayor como para sentirme permanentemente cansada, pero sí lo suficiente como para estarlo de vez en cuando.

Tal vez sean estos días tan cortos y tan nublados, las presiones bajas y poco más.

Quiero que llegue el solsticio de invierno para que los días comiencen a alargarse y ganar luz a las tardes para salir a pasear con los perros.

Hay, en el fondo de mi corazón una sensación de derrota que no me puedo quitar. De derrota vital, me refiero. Ese abatimineto que se siente cuando ya poco o nada deseas. Y sé que es falso, que volveran las obscuras golondrinas, pero, como dice el poeta, "esas... no volveran."

Rapsodas

Rapsodas

Voy, por curiosidad y por primera vez, a un recital poético en el casino de la capital.

¡Qué decimonónica resulta la palabra casino!

Es un homenaje a Miguel Hernández.

Contrasentidos de la vida.

Lo digo por que cuando pregunto por la afiliación política de los rapsodas me confirman que son de más allá de la derecha. Como buenos contertulios de un casino de provincias.

Los asistentes no llegamos a cuarenta personas, mujeres la mayoría, señoras de bien, casi ancianas algunas. Vestidas para el evento (y yo con estos pelos)

Los rapsodas, maduros hombres todos ellos, ninguno baja de los cincuenta. Algunos duchos en las palabras teatralizadas, componentes de un ya vetusto grupo teatral, que allá por los setenta hacía sus pinitos en el teatro Moderno de la ciudad... otros simples aficionados a la poesía y, me dicen, algún poeta en ciernes.

Sin embargo me da por pensar que tal vez hayan descubierto, por fin, que la buena literatura nada tiene que ver con las ideas políticas. Pero no me quedo tranquila, no puede ser. Más bien creo que se han apuntado un tanto por aquello del centenario de su nacimiento. ¿Se les puede haber olvidado que murió en "su cárcel", por sus ideales comunistas, por su lucha contra los que ahora le recitan?

Escucho sus declamaciones y me conmueven algunos de sus versos más conocidos. Saben, un par de ellos, subir y bajar el tono de voz, dar el dramatismo adecuado a las palabras enardecidas de pasión y dolor.

Lo reconozco, uno de ellos me ha llevado más allá de la simple escucha y me ha hecho vibrar de emoción.

La noche era lluviosa y el regreso después de la cena pesado, pero mereció la pena. Y me quedo con el comentario de P, mi compañero en esa noche desapacible:

-Si no hubiese sido en honor a Miguel Hernández, habría venido más gente.

¡Luego sí, tengo razón! ¡Algunas cosas no cambian!

Ilustración infantil del "Silbo del dale", poema que hago aprender a mis alumnos...

Rosa rosae

Primera declinación en latín. Una de las canciones de Labordeta que más me gustan.

Su nombre siempre está asociado a las vacaciones que pasabamos en Ansó y Hecho, dos pequeños pueblos del Pirineo aragonés. Dos valles perdidos en el fondo de las montañas, cercanos a Francia y a Navarra. Ansó es el último valle aragones. Una serpenteante carretera nos llevaba hasta la linde con Navarra. Una cornisa pequeña entre dos valles, donde nos parabamos al ir o al volver de Isaba y el valle del Roncal, que nos atraía todos los años como un himán de belleza.

En el coche, siempre, al entrar en la provincia de Huesca, Labordeta nos hacía amar su pobre y abandonada tierra. La conocíamos en toda su extensión, desde Lerida a Navarra, de los Monegros al Moncayo.Hasta los pueblos más pequeños, esos que ni salen en los mapas, "los chicos de Plan, estan en un plan..." nos sonaban a alboradas, nanas y cantos guerreros.

Mi marido y yo cantando a voz en grito, sin saber muy bien sus multiples y políticas lecturas, sus marchas y sus baladas. Y los hijos haciéndonos callar por que "lo haceís muy mal, papá, dejadnos oír..."

Y recuerdo una hermosa canción de amor cantada en frances...

No entro en nasa más. Ni política ni cazurrería. Lo único que sé es que cuando he tendio el orgullo y el placer de verle actuar en directo, he vibrado con su presencia y su voz. Si Les Luthiers son los amos y dueños de nuestras risas, él era el señor de nuestros veranos. El Señor... que nos guiaba por su tierra y sus sones.

A ver que le canta ahora al otro, al que está allá...  ¡Supongo que las cuarenta! ¡No podrá ser de otra manera!

"Y esta albada que te canto, es una albada guerrera, la albada de los que luchan por los que se fueron afuera...

Todos estamos a un paso de ese "fuera", él ya lo ha dado. ¡Buen canimo, mochilero, a descubrir el universo, provinciano universal...

Cogí del bibliobus, este jueves, su libro sobre su estancia en las cortes. Cosas que pasan. Lo leer desde otra mirada, la mirada del que se fue.  

Madurando

Madurando

La pequeña huerta está dando sus frutos. Calabacines, pimientos y pepinos ya han caido en la cesta. Ahora, tardíos, como siempre, empiezan los tomates a madurar.

La cosecha ha sido muy buena, no como el año pasado, y es que todo tiene su explicación.

Llevo dos años mejorando la tierra. Añadiendo a la seca arcilla y la blanca caliza abono y sustrato enriquecido. Arena que la airee y alimento que la nutra.

Los melones y las sandías tardan más aún que los tomates, que ya van pintanto tonalidades rojas en sus brillantes y redondos cuerpos.

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El tiempo se desliza suavemente, se acaba agosto y septiembre me devolverá el sonido de los niños en el aula.

Pero antes me queda por ver el verde de los paisanos, el azul frío del Cantábrico. Una escapadita al norte... que voy a agradecer despues del agitado verano, poco gratificante, es cierto, con sus buenos momentos, pero un tanto anodino...

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Añado un enlace a mi corta lista. Es la de mi asesor particular, el que me guía por los mundos de la música y del comic. Se ha lanzado a la aventura del blog... ¡Mi amorcito...!

Chapuzas veraniegas

Chapuzas veraniegas

Caemos en todos los tópicos... En un momento u otro, aquello que criticamos lo metemos en nuestra casa.

Ando de chapuzas veraniegas, esas que impiden dormir la siesta al vecino, que llenan las escaleras y el ascensor de polvillo yesero y acaban con los nervios del personal.

En mi caso no es para tanto. Sólo trabajan por la mañana, unas tres horas al día, con la fresca. Luego es imposible que hagan nada. Se deshidratan a ojos vista... ¡Pobres albañiles en ferragosto...!

Me ha dado este verano por hacer un par de obras pendientes, de esas que da lo mismo hacerlas este año que el que viene: Cerrar un armario y abrirlo por la otra habitación y afianzar las verjas de las perreras. Y en ello andan mis  "Benito y Manolo" particulares.

Al menos estas obras no molestan a nadie, no como las de la nacional de Andalucía, que tienen cortado Despeñaperros... ¡Vaya subidita que nos dieron!

Anduve por los olivares de Jaén, colinas y colinas de verde ceniza... Frodo disfrutó como un enano, pese a la "caló" que sufrimos. Eso lo contaré el próximo día.  

Apabullante

Apabullante

Así va a ser el calor que nos depara Helios este verano.

He comenzado el descanso veraniego con el cuerpo de "jota" por culpa del calor.

Cuando se va el sol, gracias a Dios, la humedad del valle me da unas horas de respiro. Todo lo que de frío tiene el invierno en estos lares, lo tiene de suave en las tardes-noches del verano.

Terminé el curso con más disgustos que glorias. Es lo que tiene sentirse tan agotada tras un año de trabajos esforzados pero infructuosos. Que lo veo todo desde el lado más gris.

Y Urko sigue a mi lado, "empastillado" pero aguantando el chaparrón.

Como no ando demasiado activa, por lo del calor, ni ganas tengo de escribir... Eso sí, leer, todo...

Recuperación

Recuperación

No, no es de la económica, que esa no sé si llegaré a verla, dado como van las cosas. Hablo, cómo no, de mi pequeño Urko. Le hemos cambiado el tratamiento y ahora le vamos bajando la medicación. Y se ha recuperado bastante. No sé por cuanto tiempo, pero el que sea, lo estoy disfrutando. Ha vuelto a saludarme efusivamente a mi regreso. Sale a ladrar ferozmente al perro del vecino y  disfruta con los paseos.

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No he ido a la huelga, lo reconozco.  Tengo mis razones, que vienen de antiguo, allá cuando era joven y participé en alguna que otra huelga. Viendo los resultados y el caso que nos hacían, opté, hace mucho tiempo, por no entrar en huelgas de un día, no sirven de mucho. Eso sí, proponedme una huelga indefinida, de esas que hacen "pupa" y pediré dinero prestado para hacerla. Por que me quitaran medio mes de sueldo, como poco.

Estoy oyendo estos días tales burradas respecto a los funcionarios, que casi consiguen hacerme dudar de que alguna vez haya trabajado. Debe ser que me he pasado treinta años tomando cafetitos, saliendo pronto y entrando tarde a mi trabajo y yo sin enterarme.

En fin, que Urko mejora y sus gruñidos de felicidad me hacen olvidar mi condición de trabajadora favorecida y privilegiada, a la que no afectan las subidad del IPC, la bajada de su poder económico durante muchos años y los grandes privilegios que he disfrutado a lo largo de mi "muelle" vida...

Lo dicho, no iba a hablar de economía...

De impresión

De impresión

La cola daba la vuelta a la esquina. Llovía incesantemente y así estuvimos más de una hora, bajo los paraguas, esperando para entrar a ver la exposición de los impresionistas en la Fundación Maphre, en la Castellana. Pasamos frío, cansancio, nos calamos hasta los huesos pese a los paraguas... Todo para deleitarnos los ojos y el alma con unos cuadros que iban desde el clasicismo hasta el impresionismo duro y puro. 

Habíamos ido hace unos días con intención de verla, pero la cola que vimos desde el coche no hizo desistir y nos fuimos de librerías. En esta segunda intentona pensamos: Martes, lloviendo, ¿quién va a hacer cola...? Pues nosotros y otros tropecientos. Madrid es así, imposible de entender.

Mi hijo, que va entrando en el mundo del arte a través de la novela gráfica y los comics para adultos, disfrutó un montón y yo, compartiendo con él una de mis aficiones más intensa, lo hice doblemente.

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La Castellana estaba hermosa, gris y limpia a la vez.. La gente paseaba bajo la lluvia, con gorritos, con impermeables,  con paraguas o a pelo.  Me llamó la atención que no se veían prísas. Turistas, que nunca faltan y foraneos, gente bajo la lluvia fría del invierno.

¡Vaya comienzo!

¡Vaya comienzo!

Si esto es el principio, no sé como acabaré el año... Le voy a pedir a los reyes una cabeza nueva. Una cabecita centrada en lo que está haciendo en cada momento, una cabeza menos olvidadiza y más ágil. Una cabeza que no tenga tendencia a irse por las ramas, a mundos perdidos. Una cabeza, en fin, que esté sobre mis hombros y no en las nubes, como suele estar la actual.

Como se ve en la foto mi cabeza, durante diez minutos no estaba donde debía. Ni olí el humo, ni escuché el crepitar del fuego, ni vi el amarillo de las llamas.

Ya sé que esto le puede pasar a cualquiera, que a más de uno se le ha quemado el aceite por un descuido. Pero a mí no me había pasado nunca. Al menos hasta este nivel. Alguna que otra vez sí me he dejado el fuego encendido pero con consecuencias menos escandalosas.

Me dice el périto que he tenido suerte al no tener muebles altos. Que estos incendios suelen ser bastante peores... Por consolarme que no quede.  Menos mal que el seguro lo cubre todo.  Pero eso no quita para que me piense dos veces encendre la placa. Si no me gusta cocinar, cada vez me va a gustar menos. En fin, pasó el susto. Ahora un par de meses en obras no me los va a quitar nadie.

Vaya, vaya, lo caro que me han salido el par de huevos que me  zampé mientras la sartén ardía alegremente...

Mi cocina después de...

Romero

Romero

Paseando esta tarde con los chuchos he visto una planta de romero con dos o tres flores recién abiertas. Para que luego digan que no hay cambio en las temperaturas. Estamos a mitad de noviembre y florece de nuevo el romero...

Yo, que andaba melancólica, he alzado los ojos del suelo y me he quedado contemplando la ladera opuesta. Los robles están amarillentos y junto a las oscuras encinas y los pinos me daban una imagen otoñal de esas de postal...

Y he dejado de rumiar mis amarguras (hoy andaba así, amargada) para llenarme de colores y olores.

Lo malo es que los olores eran los del abono de caballo que habían esparcido por el campo.

Y así, con una hermosa imagen y un pésimo olor ha terminado el paseo.  Entre la belleza y el hedor.

La vida es lo que tiene, dos caras en la misma moneda.  A veces ves las dos a la vez, cuando la moneda cae de canto...

Ahora me toca bañar a Urko, que se ha restregado, muy feliz él, en esa esencia que tanto le atrae. Como buen cazador lo hace para disimular su olor. Pero a mí me obliga a bañarle si no quiero que impregne la casa de tan "delicado" aroma.

Y con esas  y otras, descubro que la tristeza ha dejado paso a una irónica sonrisa. Menos amargura y más champú...

Septiembre II

Septiembre II

Pau no comprende por qué digo que septiembre es "dulce". Por lo mismo que diciembre es frío. No es una cuestión de temperatura, sino de simbología. Al menos de la mía. Hay meses  del año que son anodinos, impersonales. Meses de paso. Pero otros son meses con entidad propia. Noviembre no me dice nada, al igual que febrero. Cosas que pasan, sin más. Asocio octubre con las grullas y el tono amarillo del sol del atardecer. Mayo con los morados del cielo y junio, cómo no, con la llegada del descanso, aunque sea el último día.

Septiembre tiene de especial, entre otras cosas, que es el mes en que nacieron mis hijas. Con eso ya es suficiente para que sea especial. Pero, además, es, como dicen las profes que se pasean por aquí, como Merce, el tiempo del regreso a la normalidad del trabajo. El mes en el que decides si va a ser un buen curso. Al menos para los docentes que llevamos ya muchos años en las aulas.

Miramos a los nuevos fichajes y nos planteamos la jubilación anticipada o seguir un año más. Tal y como están las cosas, lo de la jubilación no es muy recomendable. Si las cosas vienen mal dadas, tiramos de paciencia y si vienen bien, de más paciencia.

Enseñar es una tarea de muchos, pero utimamente parece ser cosa sólo de maestros y profesores, culpables, a lo que se ve, de todo lo que pasa en la sociedad. Todo lo malo, por supuesto, que lo bueno se queda para los padres y los políticos.

Pero no entremos en eso, que ya es cansado.

Un besazo a todos y gracias por seguir por aquí.

 

 Erik me regaló este maravilloso igniesqueleto... (esqueleto ardiendo, para los amigos)

Medea

Medea

El teatro estaba lleno, ni una piedra sin ocupar. En el escenario Blanca Portillo nos regaló a una mujer despechada, intemporal.

Pero...,  todo tiene un pero. La puesta en escena tenía demasiadas "licencias". Yo esperaba un dramón clasico, pesado, denso, infumable. Y me encontré con una historia cargada guiños, de metáforas, con un texto dulcificado, accesible, con explicaciones de lo obvio.  Me quedé con la idea de que faltaba texto y sobraban efectos. Demasiada modernidad cuando salieron los perros, el coche, la caravana. Demasiada vulgaridad en el estilo de Agamenón y demasiada obiedad en los monologos del Centauro. En fín el arte no tiene más utilidad que la de remover nuestros sentimientos y vaya que si me los removió.

La verdad es que me produjo sensaciones encontradas, agradables y desagradables sensaciones. Me daba la sensación de que habían hecho un ejercico de condescendencia con la inteligencia de los espectadores. En fin, no soy crítica de teatro. Ni siquiera voy todo lo que me gustaría, pero disfruté de la representación, me sorprendieron algunas cosas y me desagradaron otras.

Y sigo admirando el trabajo de los actores de teatro.  Y soy consciente del trabajo y los esfuerzos que significan representar una obra como esa. Por eso aplaudí a rabiar al terminar la función, allá, a eso de las dos y media de la madrugada.

Y del entorno, que decir, que vi una estella fugaz en mitad de la representación, deslizándose entre las columnas...

La imágen es el final, el premio del trabajo bien hecho, cuando el público reconoce el esfuerzo...

 

Creación

Creación

 

DIOS CREO EL CIELO Y LA TIERRA

Después de millones de años

el hombre fue, por fin, suficientemente inteligente.

Dijo: ¿Quién habla aquí de Dios?

Yo mismo tomo mi futuro en mis manos.

Y lo tomó,

y comenzaron los últimos siete días en la tierra.

 

En la mañana del primer día,

el hombre decidió

ser libre y bueno, bello y feliz.

No ya a semejanza de un dios,

sino de sí mismo.

Y porque tenía que creer en algo,

creyó en la libertad y en la felicidad,

en la bolsa y en el progreso,

en la planificación y en la seguridad.

Y para sentirse seguro,

llenó el suelo bajo sus pies

con raquetas y cabezas nucleares.

 

En el segundo día del último tiempo,

murieron los peces en las aguas

de las zonas industriales,

los pájaros en el polvo de la fábrica química,

que iba destinado a las orugas,

la liebre en las nubes de plomo de las calles,

los perros falderos en el bello color

rojo de la salchicha,

el arenque en el aceite del mar

y en los residuos del fondo del océano.

Pues los residuos eran activos.

 

En el tercer día,

se secó la hierba en los campos

y las hojas de los árboles,

el musgo de las rocas

y las flores de los jardines.

Pues el hombre hacía el tiempo

y distribuía la lluvía según un plan preciso.

Hubo solo un pequeño error,

las barcazas estaban sobre el fondo seco

del bello Rhin.

 

En el cuarto día,

de cuatro mil millones de personas

tres mil millones dejaron de existir.

Los unos por las enfermedades

que el hombre había cultivado,

pues alguien se olvidó de cerrar los recipientes

que estaban preparados para la próxima guerra.

Y sus medicamentos no sirvieron de nada.

Hacía ya demasiado tiempo que habían sido ingeridos

con las cremas para la piel y con los alimentos.

Los otros murieron de hambre,

porque alguien había

escondido las llaves de los graneros.

Y maldecían a Dios,

que les debía la felicidad.

Pues, ciertamente, ¡Él era el buen Dios!

 

En el quinto día,

los últimos hombres apretaron el botón rojo,

pues se sentían amenazados.

El fuego envolvió el globo terrestre,

las montañas ardieron y los mares se evaporaron

y los esqueletos de cemento de las ciudades

estaban negros y echaban humo.

Y los ángeles en el cielo vieron

como el planeta azul se volvió rojo,

despues marrón sucio y, finalmente, gris ceniza.

E interrumpieron su cántico

durante diez minutos.

 

En el sexto día,

se fue la luz.

Polvo y ceniza cubrieron el sol,

la luna y las estrellas.

Y las últimas cucarachas,

que habían sobrevivido en un bunker de raquetas,

perecieron con el desmesurado calor,

que no les sentó bien.

 

En el septimi día,

hubo clama.

Por fin.

La tierra estaba desierta y vacía,

la oscuridad invadía las grietas y

las hendiduras que habían reventado

en la corteza terrestre.

Y el espíritu del hombre irradiaba

sobre el caos cual fantasma de la muerte.

Muy abajo,

en el infierno, sin embargo,

se contaba la emocionante historia

del hombre que tomó en sus manos su destino,

y las carcajadas retumbaban

hasta el coro de los ángeles.

 

Jörg Zink

 

 

 Desalentador, premonitorio... Un hermoso poema que recopilé hace tiempo.

Sombras veraniegas

Sombras veraniegas

Paso las tardes leyendo en el jardín. Sentada bajo la sombra de los paraísos.

Estos árboles tienen un hernoso nombre pero no se ajusta al trabajo que dan a lo largo del año. Hay que andar rastrillando sus hojas durante toda la temporada de floración. Y en otoño la cosa se intensifica.

Este verano me estoy resarciendo de la sequía de los últimos meses en cuanto a  lecturas. Voy mezclando cosas ligeras, como Corazón de tinta, con algo de historia, filosofía para tontos y comics de adultos (influencias de mi asesor particular).

Urko y Farah suelen acompañarme, pues Frodo tiene la mala costumbre de no dejarme leer y de manchar los libros o interrumpir mis lecturas con piedras enormes que pone en mi regazo para que se las lance. Con él es imposible centrarse...

Tengo pendiente salir un par de días, pero tampoco es algo que me preocupe en exceso si no puedo hacerlo.

Ahora que mis vástagos andan por el mundo a su aíre, yo me quedo tranquilamente sentada bajo una sombra. Tal vez añore esos largos viajes por los paisajes desconocidos que aún podría ver. Pero ya no existe el apremio de salir .

No entiendo ese deseo casi enfermizo de ir a una playa atiborrada de gente, en la que las sillas invaden la zona húmeda. Ese afán de moverse sorteando a otras mil personas y esquivar cientos de pelotitas... Supongo que el hecho de vivr tan alejada de la ciudad y sus neuras algo tendrán que ver con ello.

La pasada semana disfruté de la gran ciudad y sus museos. La Castellana vacía, ¿hay algo más gratificante que la gran ciudad casi vacía, lista para que la mires en perspectiva?

Leía en facebook el comentario de una de mis hijas relativo al Pirineo y me trajo recuerdos de largos veranos bajo la sombra de los pinos y los servales. Ella hablaba de veranos que nuca parecían tener fin, de los veranos de su infancia.

Haberles dado esos veranos infinitos, esos recuerdos placenteros, bien merece la pena lo trabajoso que nos resultaba cargar con tres niños, dos tiendas de campaña y un montón de trastos campistas para pasar diez días en el valle de Ansó y luego, a finales de agosto, una semana en Soria.

Luego, cuando nuestros huesos no soportaban más el suelo y los colchones inflables, optamos por las casitas de alquiler en los campings. Más tarde... más tarde ya no hizo falta sacarlos. Salían por su cuenta...

La sombra de los paraísos me cobija en las tardes de lectura y perros. La sombra protectora de los buenos recuerdos...  

La imagen es del valle de Zuriza, lugar de nuestras vacaciones illi tempore...

Azul Marino

Azul Marino

He estado tres días a orillas del Mediterráneo.  Como no me gusta la playa, sólo la he pisado un día. La playa estaba casi vacía, era larga y estaba limpia. Claro que eran las diez de la mañana y me fuí a las doce.

El agua estaba caliente, transparente. Unos pececillos se aventuraban hasta la orilla y un par de niños los intentaban coger con una especie de cazamariposas.

Cerca de la playa una pequeña zona de dunas que intentaban protegerse a base de paneles informativos y un cerramiento ridículo.  Palmeras cargadas de dátiles y el olor del salitre en el aire.

Por la tarde un paseo por el paseo marítimo. Y gente, gente por todas partes. Arriba y abajo, como en su ciudad. Puestecillos variados y más gente. Un yate de algun "muchimillonario" mostraba su perfil al sol del atardecer. Un insulto al sentido común. Y eso que estabamos en el Mediterráneo pobre, ese que invaden los madrileños con sus sombrillas y sus pieles blancas, deseosas de quemarse agolpe de sol ardiente.

El mar me fascina. Pero sueño con subir a las montañas... La eterna lucha del verde y el azul.

Forúnculo primaveral

Forúnculo primaveral

Salen el viernes después de comer. Vuelan por la carretera para llegar antes. Los niños, la comida, la bebida y alguna planta...

Llegan a la parcela y todos conocen su papel: las madres a limpiar y preparar la cena, los padres a plantar, podar y beber cerveza. Los hijos a poner a punto las motos y los quars. Y en pocos minutos lo tienen todo listo para pasar un buen fin de semana.  

La madre despotricando y de mal humor por todo el trabajo que tiene que hacer, se va a ver a la vecina, su alter ego, para charlar de las novedades habituales. El padre poniendo a punto la moto del hijo y ocupado en reparar los pequeñso desperfectos, reales o imaginarios, que ha descubierto en la casa o el jardín, entre redioses y cervezas. Y los hijos... ¡ay!, los hijos.  Salen a la calle con sus motorizados vehículos, atronando al vecindario. Arriba y abajo con los tubos de escape a todo gas. Pero ¿no habíamos quedado en que la gasolina está por las nubes?

Debe ser que para ellos no. Se tiran horas subiendo y bajando por la carretera, como en un circuito. De vez en cuando se escucha a una madre preocupada por la integridad de su retoño:

- Josuhaaaaaa! ¡Despacio, que te vas a tragar algún cocheeee!

Los más privilegiados llevan casco y pantalones moteros, en toda regla. Los menos pudientes, es decir, la mayoría de ellos, van sin casco, en chanclas y con la risa puesta como seguro contra accidentes.

Sólo cuando cae la noche, a eso de las diez, se retiran los aguerridos pilotos a sus boxers, para reponer fuerzas.

El sábado y el domingo las cosas continúan igual: Antes de comer, después de comer y hasta que cae la luz, los pequeños "pedrosa" queman litros de gasolina mientras las madres se desgañitan para llamarlos a comer y los padres bufan como bueyes cansados de tanto  tirar de las cuerdas que arrancan herramientas varias.

Agotada la gasolina, las cervezas y las conversaciones, el domingo por la tarde, presurosos, recogen sus bártulos, cierran el agua, las cancelas y se suben a los coches.  Se disponen a pasar dos o tres horas en una larga caravana que les llevará a su pequeños pisos en la ciudad. Y van pensando en que el próximo fin de semana tienen que acabar de arregal los grifos, hablar con Maripuri de su nueva peluquera y hacer las 24 horas le Leman con los ojos cerrados. ¡Por ilusionarse que no sea!

Entonces, cuando se van todos,  es cuando se aprecia, en toda su belleza, la soledad del campo. Menos mal que hasta el próximo fin de semana me quedan cinco días de paz y trino de pájaros...

Soy muy mala, lo reconzco. ¡Con lo bien que se vive en la ciudad los fines de semana! Yo que ellos, me quedaría allí y vendría entre semana. ¡Que gozada...! 

 

Regalo

Regalo

Para Koldo y Ximino

Iberis

Iberis

Están humildemente ancladas en el suelo. Sin flores no son nadie, simples hierbajos del campo. Pero en estos días de lluvias y calor las he vuelto a ver. No sé su nombre científico pero me encanta el común: "iberis"

Las veo al borde de la carretera, desparramándose en su blancura.  Estos días el campo está luciendo su mejro rostro. El de la belleza del color. Blancos, rojos, morados, azules, amarillos... Si hace unos días era el verde en sus matices ahora son las flores quienes ponen vida a la vista.

El espino albar también está reventando en blancos.

Habrá cosas muy serias en las que pensar, problemas que solucionar y astenias que superar. Pero una mirada pausada a la tierra me ofrece unos minutos de sosiego.  Una visión de la belleza efímera, que se repetirá el año que viene, pero que ahora me ofrece un lienzo impresionista cargado de vida y esperanza.