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Vida de Perros

Vejez

Vejez

Leo "Tierra de sueños" de Jiro Taniguchi. Y se me encoge el corazón.

Fuí el sábado al veterinario con Menta y allí estaba su versión anciana.  Su cara, llena de canas, su mirada, resignada y cansada. Doce años de una feliz vida de perro. Un final próximo, una tristeza infinita.

En una de las historias de Taniguchi se relata el final del perro del autor. Todo un proceso de amor y decadencia. Hay tanta ternura y tanto dolor contenido que me quedo prendada y angustiada a un tiempo.

Mis perras, mis perros, mis compañeros, también pasaran por ello. Y yo, cómo no.

Enfrentarnos a la muerte con dignidad. Esa es la cuestión.

Dejarles apagarse lentamente o forzar el final. En ese dilema me encontraré tarde o temprano. Tanto para ellos como para mí.

Es evidente que no quiero vivir cien años. Ni noventa, ni tan siquiera ochenta...

La vida es demasiado hermosa como para que termine en el más absurdo de los limbos. Ni aquí ni allá. En tierra de nadie hasta que se agoten las pilas. No, no me gusta el panorama.

La tierra de los sueños es una buena tierra, si sabes cuando despertar.

No es ninguno de los míos, pero así serán.

Septiembre

Septiembre

Y de golpe, el frío. Pasamos de la piscina al jersey en dos semanas cortas y ajetreadas.

No tardaré mucho en encender la chimenea, más por la humedad de la zona que por el frío real.

A Frodo le ha sentado bien la bajada de temperatura. Curiosamente su artrítis, que comenzaba a darle problemas a finales de agosto, ha mejorado. Mi "oso" está más vital, más activo.

Y yo sigo escondiendo mi cara en su cuello todas las noches, cuando le masajeo los codos en un afán de quitarle sus dolores.

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Septiembre es un mes con un nombre hermoso, un mes de cambios suaves, de giros en el camino. Durante muchos años es, para mí, el principio de año. El comienzo de otra etapa.

En estos días pasados andaba yo sin vivir en mí. Y más o menos la vida ha continuado su camino. La realidad se impone, fría, sin opción a la especulación o los sueños. No hay nada peor que vivir de un sueño. Por que se despierta de él y te das de bruces con ella, con la cruda realidad.

Tal vez por eso ayer me tumbé en el suelo, junto a Farah, al anochecer. El salón en penumbra y el silencio apacible. Apoyé la cabeza en su costillar y le hablé quedo, en susurros. Ella lamía mis manos, sin entender, pero soportando estóica, el peso de mi cabeza y escuchándome con atención inútil.

"Llega el invierno, Farita, las tardes oscuras y las noches frías" .

...Llega el invierno, levantarme sin luz en el cielo y continuar con la vida...

 

Menta

Menta

Los treinta kilos de Menta se me suben a las piernas cada vez que estornudo o toso. Me intenta lamer la cara (no les dejo, salvo que me pillen a traición) y se pone nerviosa. No sé que pensará que me sudede, pero es inevitable. Si está cerca de mí se lanza a "consolarme" o lo que sea que cree que tiene que hacer. Es una reacción que sólo ella tiene. Si estoy en el patio y está lejos, fuera de mi vista, aparece al poco y se abalanza sobre mí.

Menta es joven y aún no ha sido madre.  Tiene una cara preciosa, pero anatomicamente no es perfecta. Tiene el pecho demasiado estrecho y las patas delanteras se le juntan demasiado. Su pelaje tampoco es espectacular. Sería una perra poco llamativa en un concurso, una más del montón.

Pero tiene otras facetas que la hacen encantadora. Juguetona, sociable, sumisa (lo que más bien es un defecto)  con ese olor a menta fresca que insinua su nombre.

Cuando juega con Urko es una fiesta de mordiscos, carantoñas, saltos y gestos de perruna felicidad.

Ella, Menta la imperfecta... y deliciosa Menta.

Lluvias

Lluvias

Limpiándolo todo de polvo y paja, han caído las primeras lluvias. De tormenta pasajera, pero lluvia. Y no me he resistido a salir con Farah y Urko a las primeras gotas. Con paraguas, eso sí. Pero a los 300mt. me ha dado la vuelta. Comenzaba a caer un diluvio. Hemos llegado a casa empapados y felices.

A Farah le molestaba el agua en los ojos y se pegaba a mi falda como para protegerse. Se ha parado unos segundos debajo de una enredadera que sobresale del muro para esperarme, allí donde menos agua le caía. Pero Urko, fiel a sí mismo, ha corrido como un loco carretera arriba y abajo antes de meterse en casa. Se ha dado un buen baño con la mejor agua. Les he tenido un rato a la puerta, esperado a que se secasen un poco, pero seguía cayendo a mares y al final me he pertrechado de toallas y paciencia y les he dejado entrar. Ha sido inevitable que Urko se sacudiese alegremente a la entrada, rociando de gotas las paredes y los muebles. Farah, más educada, ha esperado a que la secase un poco, agradeciendo con mordiscos juguetones que le seacase la cara.

Yo me he tenido que cambiar de arriba abajo, pero ha merecido la pena. Hasta el aire parecía más límpio y dulce. Todo un placer húmedo y brillante.

Esperando a la puerta...

Maternidad

Maternidad

Menta, la filósofa, ha decidido que por esta vez no quiere ser madre. Le presenté a un novio guapísimo, con papeles y de buena familia. Pero ella arrugó el morro y le dió tres tarascadas que le pusieron en su sitio.

Observar el cortejo fallido me dío por pensar cuánto ganaríamos las mujeres si fuésemos capaces de actuar así. Si no fueran las emociones si no la lógica la que riegiera nuestra vida sexual. La nuestra, que la de los machos ya sabemos que va supeditada a la de las hembras. Pero salvo excepciones, en el mundo animal es la hembra la que impone el cuándo. Y el macho se retira. Los machos están "activos" todo el año, disipuestos y preparados. Pero las hembras controlan los mejores momentos para estar receptivas. Incluso son capaces de retrasar sus celos si las condiciones ambientales no son buenas. ¡Cuánta sabiduria natural!

Separar sexualidad de reprodución dicen que es un avance en los homínidos. Yo no estoy tan segura. Somos exclavos de nuestras pasiones y el que lo niegue que lo demuestre.

En fin, que estas navidades no tendré un montón de cachorritos correteando por el garaje ni tendré que volverme loca para venderlos o poder colocarlos. Menta me ha ahorrado los problemas que quería tener. Casi se lo agradezco, que problemas, hoy por hoy, no me faltan.

Lo dicho, es más inteligente que yo...

Dálmata

Dálmata

Hace quince días que nacieron. Me llamaron a las tres de la madrugada.

- Que ya ha empezado, ¿qué hacemos?

Me levanté, cogí el coche y me acerqué a la casa. Les había prometido ayuda. Eran primerizos y estaban asustados.

Llegué una hora antes de que la perra pariese su primer cachorro. Una bolita blanca dentro de una bolsa viscosa que salió disparada.  Luego, hasta las ocho de la mañana, el desfile continuó. Ocho cachorritos, de los cuales uno nació muerto. Ella se quedó asombrada de que le dijese, nada más ver como salía, que ése estaba muerto. Fue sencillo. La cara, la boca... Intenté reanimarle, pero sabía que no se podía hacer nada.

La perra, primeriza, se portó fenomenal. Me aceptó como matrona sin apenas conocerme. Y eso no es muy normal. Suelen ser reacias a que haya extraños en esos momentos.

Y es una sensación increible acercar la cabecita al pezón de la madre y ver como se abre ese agujerito rosa y se cierra sobre él, ansioso, para comenzar a vivir.

Nadie les ha enseñado, ni a la madre ni a los hijos, pero la vida se abre paso así, instintiva, fuerte...

Es mi tercer parto perruno. Y sigue gustándome. De momento la cosa no ha tenido sobresaltos. Los perros grandes o medianos suelen parir bastante bien. Los de razas pequeñas tienen más problemas y las cesáreas son más frecuentes.

Luego viene el problema de "colocar" a los cachorros. Pero esa será otra historia.

 

Invitadas

Invitadas

Son dos ancianitas venerables. Juntas no pesan tres kilos. Su "papá" está de viaje y me las ha dejado unos días. ¡Por si fuerámos pocos! Pero la amistad es lo que tiene, de vez en cuando hay que demostrarla. Y cuidar a estas pequeñas es todo un reto. Yo estoy acostumbrada a mis grandes y visibles chuchos. A que me empujen y perder el equilibrio. A sujetar su cabezota y derribarlos, no sin esfuerzo, cuando juego con ellos.

Estas miniaturas, caniche y yorksire respectivamente, de trece y doce años, son tan delicadas que casi me da miedo cogerlas. Son puro hueso y pelo. Apenas les quedan dientes y la una está casi sorda y la otra tiene cataratas.

Es como tener una residencia geriátrica perruna. Así me voy haciendo a la idea de lo que les pasará a los míos cuando la edad haga mella en su belleza actual. Y en mí, por supuesto, que ya no quiero la belleza pero sí la vitalidad para seguir atendiéndoles bien. 

Me gustan, por que me gustan todos los perros. Pero creo que no podría tener perros tan pequeños. Aún no. Tal vez cuando ya no pueda físicamente con mis mamelucos... Pero como ellos iran perdiendo impulso a la vez que yo, cuando todos seamos viejecitas y viejecitos adorables ya no me quedará tiempo para disfrutar de un perro pequeño.

Su dueño teme morir antes que ellas. Podría ser. Como que a mí me pase algo y mis perros acaben no sé donde ni son quién.

Esa es una pregunta que prefiero no hacerme. A pesar de que pueda suceder.

De momento el trabajo se me ha multiplicado y lo hago gustosa. Pero desde luego ocho perros en casa, separados por turnos, es demasiado. Cuando se vayan las echaré de menos, pero descansaré.

No tengo fotos suyas aún. Pero antes de que se vayan se las haré.

Mis invitadas se lo merecen. La que pongo ha salido del famoso buscador, ya sabéis...

Invitado

Invitado

Tengo a Patxi conmigo desde hace unos días. Es el perro más dulce que conozco. Mi hija se fue al Paris de la Francia y yo disfruto de Patxi. Sus enormes orejotas caídas, su mirada tierna y esa simplicidad llena de ternura me puede. Es un pachón navarro, perro de caza por excelencia. Pero su carácter es tan bueno que hace honor a lo de "pachón".  Urko anda un poco celoso, pero se llevan muy bien. Y de vez en cuando se corren unas juergas por el sofá. Ahora mismo están jugando  al tira y afloja con un guante de jardinería viejo. Siempre gana Urko. Su técnica es de lo más efectiva: Patxi lo coge y se lo enseña a Urko. Éste lo agarra suavemente y tira aún con más suavidad. Lo curioso es que no se mueve del sitio. Simplemente tira un poco con la cabeza. Y el otro mantiene el tirón, pero no hace nungún movimiento. Se pasan así un ratito, midiéndose con los ojos, sin apenas gruñir y al final, sin fallar nunca, Patxi suelta y Urco se queda con el guante. Y Farah los mira con ojos escépticos, como diciendo "vaya par de tontos"

Hace unos años yo también atravesé Francia hasta llegar a Luxemburgo. Fue un viaje que me permitió decepcionarme por la Mona Lisa y prendarme de la Victoria de Samotracia. Lo que es ver las cosas despues de haberlas idealizado durante años...  Atravesamos un cementerio de muertos en la 2ª Guerra Mundial y me dejó impresionada. Las cruces blancas, todas iguales, "plantadas" al tresbolillo, como un campo de almendros en flor.  ¡Cuantos recuerdos me ha traido el viaje de mi peque!

 

Cuatro pelos

Cuatro pelos

Urko tiene un pelaje suave y fino. Pelo ralo, que se dice. Es como esos medio calvitos, de pelo rubio, fino y mal colocado.

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Hoy está cayendo una nevada medianamente decente. Y a media mañana he cerrado el chiringuito (fui puntual al trabajo, pero sólo yo...) He tomado un cafetito caliente en el bar del pueblo, he confraternizado con los cuatro irresponsables que han bajado al pueblo por capricho y he comprobado lo difícil que es poner las cadenas a un coche. Cinco "casi ancianos" en torno a una rueda y un artilugio lleno de cadenas y enganches. Al final me he ido cuando ellos han sacado la rueda de repuesto del coche, las cadenas y se han ido al bar a "hacer pruebas". No me lo estoy inventando, allá que se han ido los cinco.

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La nieve, por estos lugares, sigue siendo algo especial. Heladas las que quieras y de las gordas, pero nieve no es tan frecuente.

He sacado a Urko, casi a rastras, a la calle. Cuando hace frío o llueve se hace el remolón. Pero en cuanto ha salido se ha puesto a jugar con Menta y Farah. Carreras, revolcones, provocaciones... Se lo han pasado pipa...

Si es lo que tiene la nieve, que incita al juego hasta a los perros.

 

Otra de Urko

Otra de Urko

Estos días de lluvia, en que los caminos están embarrados, no salgo con los perros. Y Urko, que disfruta como ninguno de los paseos, se niega a salir de casa. Tengo que arrastrarle al jardín y cerrar la puerta para que no se vuelva a meter en casa. Él, que es un rayo en el monte bajo, se quedaría el día entero tumbado junto a la chimenea. Y  sus necesidades las guardaría para el día siguiente si le dejáse.

Pero no le dejo. Salgo a ratos con ellos, cuando la lluvia deja de caer. Les lanzo piedras y coloco la leña. No se puede hacer más... Hay días así, en que todo se para.

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El viejo elefante está atravesando los Alpes. Se me está acabando el libro. Menos mal que ya está esperándome el siguiente, Paul Auster y el libro de las ilusiones.

La literatura, lo decía mi buen amigo Koldo, es, junto al arte, un buen asidero...

 La foto está tomada desde el coche, un día de lluvia, como hoy.

Una historia de Navidad

Una historia de Navidad

Hoy es un buen día para contaros la segunda historia del día del cavernicola.

A primera hora de la mañana, el autobús baja a los chicos al pueblo. Aquel día un cachorro mestizo (me niego a llamarles cruces, me suena más a carretera) de unos tres meses, de raza grande (sus patazas decían que iba a ser grandote) nos vino a saludar con sus saltos de alegría, sus ojos brillantes y su rabo batiendo el aire. Me asustó que pudiese tirar a algún peque y lo aparté. Pregunté por el perro, por su dueño, y una de las niñas me comentó que el día anterior había querido subirse a su furgoneta para irse con ellos, lo que me indicó que el perro sabía lo que era un coche y no tenía miedo de las personas.

Cuando bajamos al recreo, allí estaba, esperándonos. Daba vueltas por la plaza, contento. Tengo un alumno que es todo corazón (como yo, pero más limpio) y la gente del pueblo nos comentó que llevaba dos días por el pueblo. Que había aparecido de pronto.

Deduje que le habían abandonado, no hace falta ser muy listo para ello. El perro estaba bien alimentado, un poco sucio por que debía haber dormido en un gallinero (tenía suciedad de gallina y plumas pegadas en su lomo)

Le bajamos un cacharro con agua, que bebió con ganas, pero enseguida se puso a jugar con la botella. Una de las niñas fue a su casa a por comida de perro y le dimos, pero no tenía demasiada hambre (otro síntoma de que el abandono había sido reciente)

Mi alumno, León Corazón de Flan, estaba preocupadísimo por el destino del perro y empezamos a pensar que hacer con él. Alguien tenía que recogerlo ¡ya!, no queríamos que se quedara un día más por la calle.  Ese día bajaba la gente al médico y había varias personas de las urbanizaciones donde viven mis alumnos. A todos les preguntamos si querían llevárselo unos días hasta que yo pudiése llevarlo a una protectora. Todo eran excusas: ya tengo dos, yo tengo gatos, me dan miedo... Hasta que se lo pedimos a la persona adecuada. La que tenía una amiga que podría convencer para que lo acogiera.

Y despues de guardarlo en mi coche , para que no se perdiera de nuevo hasta la hora de salir del cole y que la señora lo recogiera,  nos fuimos tranquilos a clase.

El padre de mi Leon Corazón de Melón, bajó a drede para ver al perrillo (de tal palo, tal astilla, que se dice). En ultima instancia se lo llevaría él, que ya tiene siete perros...  Pero decidimos esperar al alma generosa. A las dos hicimos el traslado, de mi choche, sucio y lleno de pelos de perro y barro (ya ni lo limpio, ¿para qué?) a un monovolumen nuevecito, impecable. Le dejé dos trapos grandes con los que disimulo un poco el desastre interior, y se lo llevó.  Dos días después nos enteramemos de que había conseguido llevarlo a un refugio (no al municipal, que allí los sacrifican a los quince días) y por fin pude respirar tranquila.

Por cierto, tanmbién le limpiamos y curamos una herida en una de sus uñas, que sangraba. El perrillo se dejaba hacer, era un buen cachorro.

Os preguntaréis por qué no me quedé yo con él. Os lo contaré en otra historia perruna...

Ya veís, hay personas a las que todavía les funciona el corazón.

Espero conocer a unas cuantas el año que viene, para sentirme orgullosa, al menos, de una minoria minoritaria.

 

   

Perra vida

Perra vida

Aquí, Urko, ha "pillado" la lehismaniosis. Un mosquito asesino, tan pequeño él, le picó este verano. Y en la revisón que les hago a todos durante la campaña de prevención (¿por qué la llamarán prevención, si no hay vacuna contra esta enfermedad?) ha dado positivo. Y ya son dos. Roma lleva tratándose ya un año.

Y no hay manera de prevenirlo. Todos mis chuchos pueden tenerla. Y acabaré con una enfermería en lugar de una manada sana y feliz. Me queda el consuelo de haberlo "pillado" a tiempo, es decir, no ha desarrollado la enfermedad aún.

Tal y como está el mundo y yo preocupada por un mosquito. Lo dicho, no tengo solución. Pero quien tenga perros o bichos varios, me entenderá.

Por que lo malo de esta plaga, es que dependiendo del perro, se recuperará y tendrá una vida feliz, empastillada, pero feliz, o comenzará a decaer y decaer hasta que haya que sacrificarle. Yo espero que la dureza de Urko (los mestizos son de hierro) le permita darme esas miradas tiernas y tristes durante mucho tiempo. Pero esto es una lotería. No se sabe qué te ha caído, pero algo te ha tocado.

Viajar

Viajar

Para poder salir de casa unos días debo tirar de amigos, familiares y monedero. Es lo que tiene tanto campañía perruna.

Debo repartirlos de a uno o de a dos y llevarme alguno, lo que me obliga a buscar alojamientos que admitan chuchos.

Inconvenientes, me dicen, de tener tantos bichos. Y me recomiendan que me deshaga de algunos.

Entonces es cuando se me revuelven las tripas. Me piden que eliga entre individuos independientes, con sus caractéres, sus manías y sus costumbres.

Tengo seis, y cada uno de ellos tiene su personalidad y me aporta diferentes cosas. ¿A cual descarto?

Frodo es mi "niño" tontorrón, grande, hermoso, un orgullo de perro pastor.

Roma es la más inteligente de todas, la que podría haber sacado "estudios" de guarda y defensa sin problemas.

Farah es la más anciana, fiel, vigilante, con arranques de juguetona y con la tranquilidad de quien se sabe casi perfecta.

Menta es la más joven, una pastora en proceso de ser madre, juguetona, cachora, aún desaliñada en sus movimientos.

 Urko es el inquilino que venía con la casa. Feo y hermoso a la vez, tranquilo en casa y un huracán en la calle. Me mira con ojos de pena perruna y me habla a su modo cuando regreso.

Patxi II, el hiperactivo Un tornado dentro y fuera de la casa, una sombra negra como la noche que se lanza a mí como si no me hubiese visto en meses... Todo un problema de comportamiento y amor desmedido.

Visto así, ¿A cual me quitaría de en medio? A todos los he elegido yo (o ellos a mí, que nunca se sabe) y con todos se ha establecido una relación diferente. La convivencia no es fácil por los problemas de dominancia, pero lo vamos solventando día a día. ¿Al problemático, al feo, al tontorrón, a la anciana, a la jefa busca broncas o a la cachorra?

Cada uno me aporta algo diferente y en esa riqueza de comportamientos es donde encuentro una fuente de reflexión y tranquilidad a la vez.

Ahora que me voy unos días, a pasear entre románico y valles norteños, sé que les echaré de menos y que tendré ganas de volver a casa para juntarlos de nuevo. Son una droga, lo reconozco. Una droga de vitalidad que me ayuda mucho a superar mis neuras... que no son pocas.

Por eso no me deshago de ninguno. Son mi manada y de la familia no se reniega, a pesar de los trabajos y los disgustos que me proporcionan de vez en cuando.

En la foto Roma (gris, al fondo), Frodo  y Menta (negro y fuego) y una de las cachorritas de Roma mirando  y aprendiendo de sus mayores, que ya no está en casa)

Miedos perrunos

Miedos perrunos

Salgo a pasear con mis perros. Llevo a los pastores alemanes juntos (dos cachorras de cuatro meses, una hembra de ocho meses, una hembra de cuatro año y un macho de cinco), a los que llevo siempre sueltos. Paseo por una pista de la urbanización por donde apenas pasa gente o coches. Vamos bordeando el monte que limita las construciones de las casas y ellos exploran entre encinas, pinos y romeros.

Las pocas personas con las que me cruzo, me miran con curiosidad, saludan y siguen su paseso. Normalmente es así, pero... a veces son menos comprensivos. Porque tienen miedo. Se paran, se quedan aterrorizados, no exagero. Normalmente suelo llevar dos correas para sujetar a los que puedan dar más "miedo": la hembra y el macho adultos. Según veo como van reacionando, los ato antes de cruzarme con ellos. Con todo, suelen decirme, enfadados, que los perros deben ir atados. Tienen razón. Pero no me he venido a vivir a quinto pino para llevarlos atados y con bozal. Eso es la cuidad. Aquí mis perros exploran, corren, saltan, suben y bajan barrancadas, son felices. No los tengo para llevarlos atados sino para que sean lo más libres posibles.

Y si me cruzo cada dos o tres semanas con alguien, mala suerte... para ellos.  Mis perros son tranquilos y no atacarían a nadie, como ningún perro, si no se les hace nada.  Ciertamente que huelen el miedo de las personas, pero ya estoy yo allí para adelantarme. Y reconozco que los ladridos de las cachorras impresionan, pero sólo dicen: ¡Gente nueva para jugar! Hay que saber entenderles, sólo eso,

Menta

Dentro de poco vendrá Menta. No puedo enseñarosla aún, pero es preciosa. Es una vieja deuda que me debían.
Desde que tengo recuerdos, los perros han sido mi obsesión. He tenido varios a lo largo de los años, no sin serias dificultades. Unos murieron, otros tuve que dejarlos y ahora puedo tener los que quiera. Puedo pasar por rara, por la "loca de los perros" para algunos. Pero soy muy consciente de que un perro se debe tener como un hijo, con todas las consecuencias. Gastos de comida, de veterinario, tiempo para cuidarle y un largo etcetera. A mí me compensa. Es como el coleccionista de discos, de películas o de cajas de cerillas. Busca, compra, pierde tiempo, selecciona, disfruta con cada adquisición, lo expone ante los amigos...
Tal y como está el mundo, convivir con mis perros me da una tranquilidad que no encuentro en la ciudad, en los periódicos, en la televisión. En sus ojos está la paz. Pueden pelearse por mi cariño, pueden ser destrozonoes y brutotes o tranquilos y zalameros. Pero me enseñan a vivir el día a día. Nada esperan, de nada se arrepiienten, viven según su instinto y sus afectos. Por eso los quiero.

Frodo

Frodo

Comienza a helar por las mañanas, heladas que inutilizan las tomas de agua de mi jardín. Los perros ya no duermen fuera, sino dentro del garaje.

Y hoy quiero presetaros a Frodo. Es mi perro mimado. Fue el primer perro de la segunda época de mi vida. Es grande, bellísimo, un pedazo de pan. Cuando paseo con él por la ciudad, la gente tiene reacciones varias: le miran con admiración, susurran "que grande, que bonito..." Los niños suelen exclamar "¡mamá, un Rex!". (Rex es un pastro aleman de una serie de policias austriaca. ) Pero también veo miedo y recelo, personas que se apartan o que directamente se asustan de él. Su tamaño impone y la fama, buena normalmente, de estos perros, hace el resto en las personas que, por lo general, han tendio una mala experiencia con algún perro en algún momento de su vida. Otro día hablaré de eso, de miedos infantiles que no se corrigen a tiempo y permanecen de adultos de la forma más irracional.

Impulso

Impulso

He cometido un acto impulsivo. Parece una confesión, pero es una locura. A veces dejo pasar las oportunidades y luego me arrepiento. Y cuando no las dejo pasar también me arrepiento. Pero sigo adelante.

He ampliado mi compañía, mi manada. Él no sirve para nada, pero me enamoré de él cuando pensé que era ella. Luego no hubo marcha atrás... Se vino conmigo una noche de octubre, me lo regaló alguién que después de tenerle tres años no dudó un instante en desprenderse de él.

Volvía a casa cuando les vi pasear entre las luces de las farolas. Pensé que era una hembra, lo que andaba buscando, pero el coche seguía rodando. Continué unos metros hecha un lío. ¿Preguntar, dejar pasarlo para otro día? Y ahí llegó el impulso. Di la vuelta al coche y les busqué en las calles del pueblo. Bastaron diez minutos de conversación para que me lo diera. No era hembra, no era nadie y no le querían...

Ahora me mira, tan cariñoso como si se hubiese criado conmigo desde cachorro. Eso es lo que tienen los perros que han llevado una mala vida. Cuando reciben un poco, sólo un poquito de amor, te devuelven todo el que tienen, que es mucho.

Os presento a Patxi 2

Urko

Urko

Llueve suavemente. Es un buen día para presentaros a Urko. Estaba en la casa y aquí se quedó. Es un mestizo de mirada tierna y triste. Si tiene algo de especial es la alegría con que me recibe cuando vuelvo despues de horas de ausencia. Ha generado un lenguaje de gruñidos y arrrrffffs arrrrrrffffffs con el que me dice lo que quiero oir: ¡Ya has vuelto, tardona! Y me abraza puesto en pie por la cintura. No me suelta hasta que el rito de la bienvenida ha terminado.

Tiene otra especial propiedad: detecta mi estado de ánimo nada más mirarme. Y si el día empieza tristón y depre, sus ojos no se apratan de mí. Hay tristeza y compresión en ellos. Me sigue con la mirada y se sienta a mis pies en cuanto me siento. No me pide jugar, sólo me mira y espera a que le acaricie. Termino por sonreirle y sus ojitos cambian y me hace cambiar los míos.

No es bello por fuera, al igual que Platero, pero por dentro su corazoncito parece de oro, como el del principe feliz. Mi feo y adorable Urko.

Compañía

Compañía

En este apartado os voy a presentar a mi pequeña jauría, a mis compañeros del alma. Cada uno de ellos tiene su historia, su carácter, sus manías y su belleza. No son famosos, no son perfectos, pero son mis perros, que se han ido incorporando poco a poco a la manada que estamos haciendo.

El primero es Frodo, enorme, tontorrón, patoso y bellísimo. Es mi perro tonto. Y le adoro.

Os lo presento de cachorro, con sus orejotas caidas, su mirada entre curiosa y triste.