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Vagancia

Vagancia

Lo reconozco, he estado muy vaga ultimamente. Veo, asombrada, que hace más de un mes que no pongo unas letras por aquí. Tampoco pasa nada por ello, pero  bueno, hoy parece que me he despertado con ganas de hacerlo.

Ayer cayó una tormenta de esas que limpian de polvo y paja todo el campo, los tejados y hasta las cabezas. Al poco una luz amarillenta lo llenaba todo de tonalidades verdes, brillantes y luminosas.

M. come conmigo y hablamos de I. Hablamos de sus obsesiones, de sus miedos y de lo que cada uno de nosotros le ha propuesto. M. y yo no solemos coincidir en las formas, pero en el fondo somos más parecidos de lo que quisieramos reconocer.  Y queremos lo mejor para él...

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Hablando de primaveras: este año la cosa está explosiva. Siempre me ha parecido que el verde le sienta muy bien al campo. Tal vez por que me recuerde los paisajes del Pirinéo y del norte de España. La verdad es que aquí, en dos o tres semanas, se acabó lo que se daba. En cuando entre el calor el amarillo se hará dueño de todo. Y eso también tendrá su encanto...

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Ando haciendo fotos como una loca, lo reconozco. En unos pocos metros de camino me paro varias veces. Esta flor, aquel grupo de rocas, ese pájaro posado en el cable de la luz, el fondo del bosque... 

Mira que despotrico contra las nuevas tecnologías, pero esto de la foto digital me tiene enganchada...

Intentaré poner alguna la semana que viene en esta entrada, que desde casa es imposible, ya lo sabeís.

Pues voy a seguir disfrutando del verde mientras dure, como de la vida...

Aguas sucias

Aguas sucias

Urko tiene un radar para las aguas estancadas o "negras", Esas aguas de olor hediondo, color casi negro y textura aceitosa. No sé como lo consiguió ayer, pero regresó de una de sus incursiones hasta la tripa de esa sustancia asquerosa. ¿Donde estaba la charca? Imposible saberlo. Estabamos subiendo por un amplio valle lateral al camino que usamos todos los días. Ayer me entró la vena aventurera, ¡ja! No había subido nunca por esa vertiente y el camino promete. Continuaremos con la exploración.

A lo que iba... Cuando regresabamos apareció Urko enlodazado y apestoso. A nuestro alrededor pinos, encinas, romero y pequeños robles. ¿Dónde se había metido? Miré el suelo con más atención y me di cuenta de que bajabamos por una amplia barranquera húmeda. Se veía vegetación de ribera, junquillos requíticos y secos. ¿Dónde estaba el agua? Hace varios días que no llueve y el calor de estas semanas debería haber acabado con cualquier resto de humedad.

Lo que más me preocupa es saber de dónde salen esas aguas tan de pozo negro en mitad de un bosque mixto.

Y mientras yo estoy en estas especulaciones bucolico-ecológicas, el mundo sigue su curso, su lento caminar hacia nuestro propio y negro destino. ¿O me confundiré y llegaremos, por fin, al ansiado paraíso perdido...?

Hacía calor. La tarde estaba espléndida. No se puese ser pesimista ante un momento así. En plan egoísta pienso: Mientras este pequeño reducto permanezca así, que se caiga el resto del mundo. Pero, ¡ay!, las aguas negras en mitad de ese bosque me dicen que la mierda nos llegará hasta las rodillas a no tardar mucho. Que ni los lugares más hermosos y recónditos que conozco se libran de la civilización y la contaminación. Me vuelve el pesimismo: no, esto no tiene solución...

 

Belleza

Belleza

Me han regalado un album ilustrado con una historia de amor imposible (como todas las historias de amor)

La tristeza sin límites que el ilustrador ha reflejado en los ojos de la hermosa Naoko es tan hermosa como la historia que cuentan.

Hacía tiempo que tenía "apuntado" el album de Benjamín Lacombe para comprarlo. Y, mira por donde, sin haberselo comentado a nadie cercano a mí, lo recibo como regalo de cumpleaños.

A veces la felicidad es eso, un regalo tan hermoso, que hace que te brillen los ojos y el corazón te dé un vuelco de emoción.

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Leo en estos días mucho, entre ello: "El curioso incidente del perro a medianoche" , de Mark Haddon.

Y aquí hay otra belleza, dura, cruel, pero también hermosa y triste a un tiempo. No hay sutilizas, no hay donde agarrarse para no terminar casi llorando, pero algo muy hermoso consigue transmitirme esta historia sobre el autismo contada en primera persona por el propio niño-adolescente. Hacía tiempo que iba detrás de él y no me ha decepcionado.

El que sí me ha dejado más fría que caliente ha sido el último de J.J. Millás, "Lo que sé de los hombrecillos", que tenía dudas de comprarlo. Al final dejé que me lo regalara A. y ha sido un pequeño desastre.

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Paseo todos los días un poco, viendo como el verde se apodera del suelo... Y miro el cielo azul, perdiendo la vista con una cierta melancolía, por los vericuetos del tiempo.

 

30 kilómetros a la redonda (II)

30 kilómetros a la redonda (II)

La cifra sigue subiendo, la radiación se sigue extendiendo.

La vida continua, pese a todo. Y la hermosa nevada de pétalos debe ser ahora un bálsamo para el dolor de los rasgados corazones.

La belleza, siempre lo digo, siempre lo diré, la belleza es efímera, inútil, sencilla y universal. La belleza nos redime del dolor, de la obscuridad, de la barbarie.

Escribo desde un bar, en el pueblo, donde la red funciona a velocidad adecuada. Los paisanos hablan, la televisión me taladra la nuca, y, aún así, no pierdo la ocasión de subir esta foto que vale más que mis mil palabras de turno.

He bajado al bibliobus, he sacado cinco libros, más los cuatro o cinco que enadan por la mesa... ya tengo lectura para un mes. Ya iré comentando alguno de ellos. Prometen.

 

 

 

 

DesesperaÇao

No, no he metido la pata en el título. Ando desesperada con mi internet. He intentado por tres veces escribir la segunda parte y no la he conseguido colgar.

A los de Telefónica es a los que voy a colgar de uno de esos postes que no llegan a mi casa...

Llevo tres semanas con dificultades de todo tipo, desde enganches a desenganches involuntarios...

En fin, que no voy a colgar imágen esta vez...

Os invito a entrar en www.noalmaltratoanimal.org y el que pueda ir que vaya, a la manifestación del día 25, el viernes que viene, en donde le pille.

Escuchando RNE me he enterado del evento. Y como lo apadrinaba Vicente Romero, pues no me lo pienso dos veces. Voy a recoger firmas...

Ellos se lo merecen...

 

30 kilómetros a la redonda (I)

30 kilómetros a la redonda (I)

Paseamos Farah, Urko y yo bajo el primer sol de la primavera. Si tuviera un mapa que señalase la pista por la que vamos estoy segura de que andaríamos rozando los 30 kílometros de seguridad respecto a la central nuclear que nos pilla más cerca (la otra no anda mucho más lejos, la verdad)

Hace unos años el minúsculo pueblo en el que trabajaba, en una pequeña unitaria, andaba a la greña con Unión Fenosa porque el límite del termino municipal estaba un poco, muy poco más allá de esos 30 km. Y por lo tanto no recibían ningún tipo de ayuda o "tapa conciencias", que también se dice así al dinero que calla las bocas y llena los bolsillos de los ayuntamientos próximos a las centrales nucleares.

Dineros que nunca supe en que se gastaba, pues una vez planteado el cierre todo eran llantos y decir que se hundía la zona.

Fueron cigarras muy diligentes para gastar durante muchos años. Y cuando se cerró el grifo... lamentos otoñales.

Viene esto, al desastre de Japón, ¡qué lejos pilla Japón!

  

Encinas

Encinas

Salí esta mañana y al regresar a casa vi una columna de humo entre los pinos, cerca de la casa. Seguí por la pista hasta que di con el fuego. Nada más cierto que por el humo se sabe donde está el fuego, que dicen.

Dos todo terrenos de una empresa de trabajos forestales me indicaron que aquello no era un descuido.

Mira por donde estaban limpiando las encinas y, mira por donde, llevaba la cámara en el coche. Un muchacho estaba llenando de gasolina unos bidones pequeños. Y mientras yo le preguntaba por la seguridad de lo que estaban haciendo, él me aseguraba que todo estaba bien.

Hace un rato salí de casa y miré en dirección al camino, y ahí sigue el humo. Menos mal que todo está empapado de agua, pero aún así me parece un tanto arriesgado. 

El fuego en la chimenea es hermoso, domesticado, cálido. Pero en un bosque tan precioso como el que tenemos alrededor nuestro me parece horrible.  Por mucha limpieza que le estén haciendo...

 

En el camino...

 

Intento fallido

Intento fallido

Mi gordi ya no es mi gordi. Ya no habrá cachorritos pululando por la cocina... Hice a Menta una eco y resultó que no se había quedado preñada. Me dio un poco de pena y un poco de rabia. Supongo que volveré a intentarlo.

Comparé la situación con las perras callejeras, que se "quedan" con sólo mirarlas, como alguna mujeres y a otras (perras y mujeres) les cuesta tiempo dinero y esfuerzo.

Lo único bueno que ha salido es que se le ha puesto precioso el pelo al alimentarla con pienso específico de madre y luego de cahorro. Pero ha engordado un poco con tanta sobrealimentación. Nos tocará salir a pasear ahora que las tardes son más largas...

Cachorritos de Roma, hace, más o menos, tres años.

 

Sociedad enferma

Sociedad enferma

Así estuvimos, así estamos y así seguiremos estando. Enfermos de odios, injusticia, avaricia y sadismo. Enfermos del alma, envilecidos hasta el extremo...

Viene esto a que ayer vi, de refilón, una noticia sobre un especimen humano que se jaztaba de los suplicios a los que sometía a los perros. Y un videoclip con la canción de Serrat y el poema de M. Hernández, El niño yuntero... aderezada con imágenes de niños explotados por todo el mundo.

Las dos cosas, casi seguidas, me revolvieron el estómago y me encogieron el corazón hasta casi hacelo desaparecer del pecho.

No es nada nuevo, ya lo sé. Es más de lo mismo. Y por más que yo no quiera verlo, el cancer sigue ahí, royendonos las entrañas.

Así somos, por lo que se ve. Por mucho que unos pocos intenten que las cosas vayan a mejor otros pocos se ocupan de retroceder un paso más...

Un enlace y una imágen, una gota de agua en este mar de mal: http://www.publico.es/219595/infierno-en-murcia-hay-cachorros-muertos-en-las-jaulas .

 ¡Qué más da que la noticia sea de hace dos años! Sólo hay que actualizar la fecha, los hechos siguen siendo los mismos, aquí, en Corea, en Chile o en USA...

Y yo mirando embobada a mis perros o a mis niños... y pensando si es necesario tanto dolor en el mundo... sea animal o humano.

¿Lo es?

Mi gordi

Mi gordi

Menta ya es "mi gordi", una futura mamá preciosa. El que diga que a las perras no les cambia la cara, como a las mujeres, miente. A Menta sí le ha cambiado un poquito la cara... ¿O serán mis ojos, que la miran de distinta forma?

Está más redondita, más dulce.

Utilizamos, al final, la inseminación artificial. Ella sigue siendo muy suya sobre ese tema... Urko y sólo Urko es el dueño de su corazón.

Ahora estoy en la duda de dónde tendrá lugar el feliz acontecimiento: en la cocina-comedor, adaptando un poco los espacios, o en las perreras del garaje. La duda viene a que Menta es un poco el patito feo de la casa y todos se meten con ella... todos menos Urko.

Y me da miedo que cuando sea madre se ponga a defender a su camada como una loba y podamos tener algún altercado no deseado con Roma o con Frodo, dado que comparten el garaje para dormir. Y no es cuestión de tenerlos a ellos a la intemperie más de dos meses...

Me lo pensaré... Pero no mucho, que en cuestión de embarazo, las perras son muy rápidas. Siempre me ha parecido poco tiempo los dos meses de embarazo para sacar camadas tan hermosas como pueden llegar a tener. Y en un mes tenemos ya los cachorritos en camino...

Pues eso, que mi gordi está muy linda...

Dos flores azules

Dos flores azules

Leo y veo en estos días, El señor Ibrahim y las flores del Coran. Primero el libro, luego la película. Así me doy cuenta de que en la película falta un poquito del libro. Muy poco, apenas unas páginas, pero muy significativas. No quiero entrar a interpretaciones profundas, pero me pregunto por qué se elimina de la película el personaje femenino que invade el final del libro. Y con él las reflexiones de Momó y su, digamos, ajuste de cuentas con el pasado...

Sea como fuere, el libro y la pelí merecen ser vistos y leídos de nuevo. Y ser recomendados y ser disfrutados.

Puede que ya no sea una novedad para nadie, pero también puede que me compre el libro en cuanto pueda y lo subraye como hice con el Principito.

No los comparo ni pongo en igualdad, pero cada uno de ellos tiene una belleza tan especial que será difícil no tenerlos juntos.

Y las dos flores azules, humildes, sinceras, son como los ojos del zorro o las espinas de la rosa, pura poesía guardada en un libro.

Spin

Spin

Mientras caé la tarde lluviosa termino de leer Spin.   "... se acabó de imprimir en un día de primavera de 2008 en..."

Así, tan poéticamente termina la novela de ciencia ficción que me ha tenido ocupada estos últimos días de vacaciones.

Hacía unos meses que la había empezado, pero siempre se interponían otros libros, otras novedades. Inicialmente me costó entrar en la historia, no me atraía lo suficiente como para engancharme a su lectura. Pero a mitad de libro, justo cuando estaba a punto de abandonarla definitivamente algo me atrajo: el deseo de saber un poco más de los Hipotéticos, seres que aparecieron como dioses  protectores y manipuladores a la vez.

Y le fui pillando el truco a la narración, la misma historia contada en pasado y en presente, hasta que se llegan a unir en un final que me ha dejado otro título para comprar: Axis.

Hacía muchos libros que no elegía la scfi como temática de lectura. Este libro traía como referencia su premio Hugo 2006. No suelo fiarme mucho de tales propagandas. (Pocos Planetas he leído, la verdad...) Me pudo la curiosidad, aunque mis intereses ya no están tan cercanos a la especulación futurista. Debe ser la deformación de haber leído tanto y tanto de Bradbury, Ballard, Huxley, Asimov y todos los escritores del olimpo galáctico. No desprecio las buenas películas ni los comics con esta temática, aunque me cuesta encontrar "mirlos blancos" ultimamente.

Y aunque Spin no es lo que hubiese deseado, se deja leer y hasta me han entrado ganas (con resevas, eso sí) de leer su continuación.

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Por lo demás, Menta está sentada junto a mí. Hoy la he dejado entrar en casa y pasar un rato junto a Urko y Farah. Se coloca a los pies de mi sitio en el sofá. Sabe que no se puede subir en él y el otro está ocupado por los dueños indiscutibles del interior de la casa. Y ahora mismo duermen los tres, con su respiración suave y lenta, mientras las llamas bailan en la chimenea y las letras en la pantalla.

 

Abrazo

Abrazo

Abrazo a mi hijo a los pocos minutos de empezar el año. Hemos tomado las uvas, grandes, negras y dulces.

Le abrazo con fuerza, sintiendo su dolor,  su soledad.

Uno ese cuerpo grande y fuerte a mi menudencia, a mis años y mi alma dolorida.

Somos dos soledades unidas en el amor.

Una música alegre nos envuleve. Y el fuego de la chimenea nos ilumina. 

Mis otros amores están lejos, repartiendo sus abrazos y sus besos con otras personas. Yo me quedo con él, con mi triste y solitario hijo. Y le deso una mujer a la que pueda abrazar el año que viene. Una mujer que le ame tanto como él es capaz de amar. Me dice, sonriendo con esa ternura que me derrumba, que ya me tiene a mí.

Pero no es lo mismo.

A mí me tendrá siempre, pero no es suficiente.

Y yo... Bueno, yo soy otra historia.

El año comienza igual que el pasado y, si nada lo remedia, pasará como pasó el anterior. Tal vez sea mejor así, pocos sobresaltos, un lento discurrir del tiempo...

Aunque para sentirnos vivos los dos, lo sé, necesitariamos amor, mucho amor... además del que nos damos mutuamente.

Espero que él lo encuentre en este año.

Yo..., yo soy otra historia.

Klim, el pintor preferido de mi hijo: La satisfacción.

Mundanal ruido

Mundanal ruido

Aunque a veces intente desconectarme del mundo, me resulta imposible hacerlo del todo. Tendría que irme a vivir al monte. En esta mi tierra adoptiva, por los montes y las planicies azotadas por vientos y soles inmisericordes, hay pequeñas construcciones de pastores. Están hechas a base de piedras, de planta redonda. Son semejantes a los iglús, pero en sólido, en bloques irregulares de piedra caliza, tan abundante por estos páramos. J. R., un neurótico y esquizofrenico conocido mío, adecentó una de estas "casitas" de pastor para retirarse en su momento del mundanal ruido y dejar que sus iluminaciones religiosas le aclarasen las ideas. Sin luz, sin agua, sin nada más que lo imprescindible para vivir una vida contemplativa en mitad de ninguna parte.  De momento se limita a ir algún fin de semana, cargado con su comida y su agua, a pie, monte través, unos cinco kilómetros de su casa. La vida no le deja cumplir su sueño. En este caso me alegro, porque su enfermedad no es buena consejera para estas aventuras. Es un buen hombre, pero un hombre enfermo que no debe estar solo demasiado tiempo.

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Mi padre, hombre inteligente y que vivó mucho y muy intenso, me dijo, entrado ya bien en sus ochenta y muchos años, que había renunciado a entender el mundo. Que le superaban los avances y los acontecimientos. Y comenzo a "vegetar", a esperar la muerte. Dejó de interesarle todo, menos sus achaques y su genio endiablado.

Cuando yo protesto por el presente me acuerdo mucho de esas palabras. Estoy segura de que la corriente de la vida me llevará hasta el mismo punto del río que él cruzó, como un Rubicón inevitable. No sé cúando, no sé cómo, pero llegaré.

Por eso me digo que aún no debo abandonar ni tirar la toalla. Que por poco que me guste lo que veo, por mucho que me disgusten ciertas cosas de la sociedad que no entiendo, no debo alejarme tanto de la realidad, que es la que me mantiene en este mundo loco y desquiciado.

Chozo de pastor, muy cerquita de mi casa... En Hueva.

Acuarela

Acuarela

Jugando con el ordenador y una foto que tomé esta mañana... Una bella descripción del otoño.

Atardeceres

Atardeceres

Estos días la noche cae casi de golpe. Los atardeceres apenas duran un suspiro y hay que encender la luz, me guste o no, a las 6 de la tarde.

Estos días de descanso me han venido bien, pero hoy, no sé por qué, siento un cansancio infinito. Es como si no hubiese tenido un largo puente detrás de mí.

Llevo ya un  tiempo pensando en hacerme un chequeo, pero es tan cansado empezar de médicos, de análisis, de idas y vueltas a la ciudad, que espero ansiosa los días de las vacaciones de Navidad para reponerme.

Lo curioso es que no soy tan mayor como para sentirme permanentemente cansada, pero sí lo suficiente como para estarlo de vez en cuando.

Tal vez sean estos días tan cortos y tan nublados, las presiones bajas y poco más.

Quiero que llegue el solsticio de invierno para que los días comiencen a alargarse y ganar luz a las tardes para salir a pasear con los perros.

Hay, en el fondo de mi corazón una sensación de derrota que no me puedo quitar. De derrota vital, me refiero. Ese abatimineto que se siente cuando ya poco o nada deseas. Y sé que es falso, que volveran las obscuras golondrinas, pero, como dice el poeta, "esas... no volveran."

Mirando la tristeza

Mirando la tristeza

A veces la tristeza me mira directamente a los ojos. Y yo veo su reflejo en mis ojos. Es un juego de espejos, un caleidoscopio donde se mezclan y multiplican mis recuerdos. Como no puedo separa los buenos de los malos, hago girar los espejos, en busca de la belleza, pero se me nublan con la fealdaz que nunca desaparece.

Son caras de la misma moneda. Y cuando cae de cruz, del lado feo, me quedo mirándola apesadumbrada. Un recuerdo me trae otro, se enroscan como hiedra venenosa en el alma. Hace poco, a raíz de una película un poco meláncolica, pero no necesariamente triste ni melodramática, al apagar la pantalla, se me anegaron los ojos de lágrimas. Me desbordó la tristeza, en estado puro. Tal vez fuese la película el detonante, como lo ha sido algún libro  otras veces, pero esta vez  no había motivos.

Pienso que la edad me va reblandeciendo por dentro. Que mi pequeña coraza, hecha con tanto esfuerzo, se resquebraja poco a poco, sin que pueda poner parches de sonrisas o bellos atardeceres para repararla.

La belleza de las cosas me ha consolado mucho, como lo ha hecho el arte y la lectura. Siempre he creído que esas cosas junto con otras más mundanas, me podían ayudar a olvidar los malos tragos, las desilusiones, los desamores, las traiciones y los olvidos. Pero no es así. Nada olvido de lo que quisiera olvidar.

Olvido donde dejé las llaves y lo que comí ayer, olvido minucias pero permanencen en mí cosas que quisiera ya alejadas por completo de mi pensamiento.

Es extraño este cerebro nuestro.

Me da el sol en los ojos, iluminando a la vez las volutas de humo del cigarro. Cae la tarde y con ella un día más.

No me dejo vencer, pero me canso en la lucha.

Rapsodas

Rapsodas

Voy, por curiosidad y por primera vez, a un recital poético en el casino de la capital.

¡Qué decimonónica resulta la palabra casino!

Es un homenaje a Miguel Hernández.

Contrasentidos de la vida.

Lo digo por que cuando pregunto por la afiliación política de los rapsodas me confirman que son de más allá de la derecha. Como buenos contertulios de un casino de provincias.

Los asistentes no llegamos a cuarenta personas, mujeres la mayoría, señoras de bien, casi ancianas algunas. Vestidas para el evento (y yo con estos pelos)

Los rapsodas, maduros hombres todos ellos, ninguno baja de los cincuenta. Algunos duchos en las palabras teatralizadas, componentes de un ya vetusto grupo teatral, que allá por los setenta hacía sus pinitos en el teatro Moderno de la ciudad... otros simples aficionados a la poesía y, me dicen, algún poeta en ciernes.

Sin embargo me da por pensar que tal vez hayan descubierto, por fin, que la buena literatura nada tiene que ver con las ideas políticas. Pero no me quedo tranquila, no puede ser. Más bien creo que se han apuntado un tanto por aquello del centenario de su nacimiento. ¿Se les puede haber olvidado que murió en "su cárcel", por sus ideales comunistas, por su lucha contra los que ahora le recitan?

Escucho sus declamaciones y me conmueven algunos de sus versos más conocidos. Saben, un par de ellos, subir y bajar el tono de voz, dar el dramatismo adecuado a las palabras enardecidas de pasión y dolor.

Lo reconozco, uno de ellos me ha llevado más allá de la simple escucha y me ha hecho vibrar de emoción.

La noche era lluviosa y el regreso después de la cena pesado, pero mereció la pena. Y me quedo con el comentario de P, mi compañero en esa noche desapacible:

-Si no hubiese sido en honor a Miguel Hernández, habría venido más gente.

¡Luego sí, tengo razón! ¡Algunas cosas no cambian!

Ilustración infantil del "Silbo del dale", poema que hago aprender a mis alumnos...

Regalos de otoño

Regalos de otoño

Las hogueras del otoño tienen algo de melancólico. Esta tarde he quemado los restos del verano. Una pequeña montaña de hierba húmeda, de ramas y restos varios, que se fueron acumulando durante los meses en los que era una temeridad quemar siquiera una hoja de papel.

Y mientras el humo blanco hacía volutas al ritmo del viento suave de la tarde, el cielo me ha regalado una de esas imágenes que llenan el alma de calma y, a la vez, asombro.

Esa belleza sencilla de las cosas más simples me sigue apasionando. La luna mediada, entre las vaporosas nubes que se van tiñiendo de rosa, el resplandor del sol a través de las hojas de los árboles, el cielo...

A veces me preguntan si no me aburro sóla en casa, aquí, en el borde del mapa. Y la verdad es que no, que raramente me aburro. Puedo estar sin hacer nada o haciendo varias cosas a la vez, pero el sentimento de aburrimiento no lo tengo. Tal vez el de la soledad en algunos momentos, pero como es una soledad buscada la supero con facilidad. Y si me apremia mucho la necesidad de ver gente, ahí está el coche para salir a la civilización... Lo curioso es que, muchas veces, no me doy cuenta de que necesito el contacto humano hasta que no estoy con la gente, con mi gente.

Esto del otoño es como el color amarillo, tenue, herrumbroso, lento... Y con unos atardeceres que son verdaderos regalos para los ojos.

 

Jerry

Jerry, mi querido Jerry fue un gato feliz... El primer gato que entró en casa. Una miniatura que dormía sobre una alpargata y aún le sobraba la mitad. Luego creció hasta hacerse un gato hermoso y querido. Se hacía querer, la verdad.

M. disfrutaba de su compañía las largas tardes en que apoltronado en el sofá, repasaba su temario de oposiciones. Jerry mordía, sistemáticamente el lapicero que M. enarbolaba, como un talismán.

Jerry sobrevivió a las fauces de un rotwailer, a alguna caída a la huerta vecina y a una pelea gatuna multitudinaria.

Odiaba el agua, como buen gato, pese a ser un gato eminentemente casero. Y odiaba a Frodo, cuando éste se incorporó a la familia. La convivencia con él se hizo imposible y Jerry se quedó en el piso superior mientras Frodo dominaba la planta baja. Así estuvieron más de un año.

Siempre he admirado la amistad entre perros y gatos, pero nunca la he conseguido fomentar en mi casa... Supongo que debe ser una de esas amistades que comienza en la infancia y duran contra todo pronóstico.

 

Jerry era mi gato, será mi gato... Enfermó, no sé muy bien por qué. La leucemia felina acabó con sus preciosos ojos y con una parte tumultuosa de la historia de mi vida.

Frodo inició otro capítulo de esa historia.

Pero esa es otra historia...